La colaboración es el alma del éxito organizacional, pero bajo el barniz de la unidad, puede acechar una sombra siniestra: el pensamiento grupal. Este fenómeno insidioso, acuñado por el psicólogo social Irving Janis, describe la tendencia de los grupos cohesionados a priorizar el consenso, y armonía, sobre el pensamiento crítico, lo que conduce a decisiones erróneas y a resultados no óptimos.
Entonces, ¿cómo detectar a este lobo con piel de oveja? Aquí hay algunas señales reveladoras de que el pensamiento grupal podría estar creciendo en su organización:
1. Ilusión de invulnerabilidad: El grupo se cree superior, lo que los ciega a los riesgos potenciales y a las opiniones disidentes. Las decisiones se basan en un sentido inflado de sus creencias y suposiciones, más que en un análisis objetivo.
2. Cohesión grupal: Si bien es un atributo positivo, una solidaridad excesiva puede sofocar las nuevas ideas o formas de hacer las cosas. Los miembros priorizan mantener la armonía, a menudo suprimiendo las dudas, ideas u opiniones para evitar alterar el orden establecido.
3. Visión estereotipada de los externos: Los grupos propensos al pensamiento grupal a menudo demonizan a los disidentes y expertos externos, descartando sus perspectivas como irrelevantes o que simplemente “aquí no funcionan”. Esto crea una cámara de eco donde el sesgo de confirmación es la reina suprema. O sea, que el estereotipo “es lo correcto”.
4. Racionalización de la ambigüedad: El pensamiento grupal se nutre de minimizar la incertidumbre. Cuando se enfrentan a situaciones ambiguas, el grupo inventa justificaciones para su curso de acción preferido, ignorando la evidencia contradictoria.
5. Presión para conformarse: Los miembros sienten una presión tácita para alinearse con el consenso percibido del grupo. Incluso aquellos con dudas se sienten presionados a conformarse, temiendo poner en peligro la armonía del grupo.
Realidades como estas son más comunes de lo que parece, y muchas veces los líderes y grupos ejecutivos ni cuentan se dan que están sumergidos en el pensamiento grupal. Estos síntomas pintan un panorama sombrío, pero como cualquier dolencia organizacional, el pensamiento grupal tiene sus remedios.
Aquí hay algunas soluciones potenciales:
- Ser un líder consciente: El líder tiene que ser consciente, constantemente retando el estatus quo, y no ser conformista. ¡Retar es una competencia de la alta dirección!
- Fomentar conflictos saludables: Promueve una cultura donde se le dé la apertura a nuevas ideas o formas de hacer las cosas. Esto se puede lograr mediante técnicas como la retroalimentación constante, roles de abogado del diablo y sesiones de lluvia de ideas estructuradas.
- Construir equipos diversos: Los grupos homogéneos son más susceptibles al pensamiento grupal. Formar equipos con antecedentes, perspectivas y conocimientos variados para romper la cámara de eco e inyectar nuevas ideas. La diversidad es una ventaja competitiva.
- Escuchar ideas de expertos: Inviten regularmente a expertos neutrales para que proporcionen evaluaciones objetivas de las decisiones propuestas. Esto puede ayudar a romper el ciclo de auto confirmación e introducir valiosas perspectivas externas.
- Promover la responsabilidad individual: Si bien la colaboración grupal es crucial, se debe enfatizar la responsabilidad individual en la toma de decisiones. Esto incentiva el pensamiento crítico y desalienta la adhesión ciega al consenso.
- Celebrar la curiosidad e inclusión de nuevas ideas: Cultiva una cultura de cuestionamiento y apertura mental. Fomenta un sano escepticismo y recompense el coraje de hacer preguntas desafiantes, incluso cuando se distancian de la narrativa dominante.
- Coaching de Equipo y/o Coaching Ejecutivo: Un profesional, certificado, en el campo ayuda a los grupos y líderes a encontrar formas distintas de ver las cosas, salir de la norma, y explorar nuevos horizontes. Aprender a retarse sus propias creencias y suposiciones son fundamentos para combatir el pensamiento de grupo, y crecerse.