Hoy te invito a reflexionar en la idea de que, el mejor líder es aquel que lidera de inicio, su vida; al liderar nuestras vidas de manera integral, lograremos que nuestro liderazgo trascienda hacia otros y alcancemos el éxito que tanto buscamos. Como es adentro es afuera.
Cuando lideramos nuestro ser, ejercemos disciplina, le ponemos acción y tomamos control sobre nuestras emociones, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu. Y me dirás: “eso suena muy cursi y holístico pero dime ¿cómo le hago?”.
Bien, primero es necesario identificar, ¿mis acciones provienen del enojo, frustración, del miedo, del ego o mi necesidad de autoridad? O por el contrario, ¿mis acciones surgen de mi pasión, compromiso, deseo de contribución, del amor por lo que hago y de mi autenticidad?
Vayamos a los hechos. Muchos líderes me han comentado que constantemente esconden sus emociones, se protegen, son directos y evitan crear conexiones afectivas con sus colaboradores. Temen perder el mando. Apartan sus emociones porque así les enseñaron desde niños y así ha sido su carrera corporativa. Cuando profundizamos en un proceso de entrenamiento, y quitamos ese caparazón, encontramos los factores que alteran su pensamiento, lenguaje y reacciones.
Creo que cuando no entendemos ni gestionamos nuestras emociones, es muy fácil convertirnos en el líder tirano, insensible, que castiga y amenaza, que inspira miedo y aleja a las personas. Y al no manejar nuestras emociones, estamos en riesgo de caer en una espiral que nos lleve incluso a crear organizaciones con falta de transparencia, honestidad, claridad y compromiso. Casos hay cientos.
Por el contrario, considero que el gran líder, ese que lidera su propia vida, inspira y despierta la automotivación, la creatividad, la innovación y el compromiso con su sola presencia. El gran líder conecta genuinamente con las personas y esa conexión surge de las emociones.
No es otra cosa más que trabajar arduamente en el autoconocimiento, ser íntegros, honestos, claros y perceptivos (por supuesto sin dejar de aplicar nuestra lógica, entendimiento, análisis y determinación). Ese líder se gana la confianza de su equipo al demostrar coherencia entre sus emociones, inteligencia, acción y espíritu. Un líder seguro de sí mismo es ejemplo para los demás. Invariablemente.
En mi experiencia, ese autoconocimiento y trabajo personal le darán al líder una visión clara de quién es, quién debe ser y hacia dónde debe dirigirse, personal y profesionalmente. Esta visión, por ende, guiará las acciones y decisiones que beneficien al equipo o a la empresa. Y la mejor parte, le brindará la capacidad de reaccionar oportuna y eficazmente, incluso en situaciones difíciles y bajo presión, pero siempre, siempre, con respeto y empatía hacia los demás.
Liderar tu vida no necesariamente es un trabajo sencillo, pero tampoco imposible. Conlleva que te observes, te corrijas, te caigas y te levantes. Implica eliminar conductas destructivas, adoptar nuevos hábitos y ajustar algunas prácticas cotidianas.
Así pues, te invito hoy a que te embarques en el camino del autoconocimiento, que establezcas metas de transformación personal que te llevarán a tu mejoramiento individual y a tener un impacto positivo y de crecimiento en todo lo que te rodea. ¡A liderar tu vida!