Una de las franquicias que más disfruto de Expansión es ‘Las 30 promesas de los negocios ’. Muy pocas publicaciones especializadas, no sólo en México, destinan espacio a darle voz a las historias de éxito y los retos que enfrentan las y los jóvenes en un entorno que no les favorece. Leer los perfiles de quienes se asoman a este listado es dar una mirada al enorme potencial que tienen y al gran esfuerzo y tiempo que han dedicado a desarrollar una carrera profesional exitosa y precoz. Su mezcla de creatividad, soluciones prácticas y un espíritu aún inquebrantable los hace triunfar en empresas, emprendimientos y sectores altamente competitivos.
Cuando queda en promesa
Por cada caso de éxito, empero, hay cientos más que nos muestran el lado contrario de ese entorno hostil. No exagero cuando califico de esa manera el mundo que las personas de menor edad enfrentan en México. De saque, son ellos quienes cargan con el peso del desempleo. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi, al cierre del año pasado, de los poco más de 1.6 millones de personas que conforman la población total desocupada, 887,704, o el 54% del total, tienen entre 18 y 29 años.
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De ellos, quienes logran encontrar un trabajo se topan de inmediato con una realidad salarial muy precaria, que complica por completo sus sueños y sus aspiraciones. Casi siete de cada 10 jóvenes en el rango mencionado perciben hasta dos salarios mínimos al día. ¿Cuántos jóvenes reciben más de cinco salarios mínimos? Apenas el 1.4% del total. Con esos ínfimos ingresos, millones todos los días sueñan con un mejor futuro, que la inflación, la gentrificación y el alto costo del crédito les arrebatan. Basta una conversación breve con quienes apenas inician su vida laboral para probar, en carne propia, la desesperación de querer una mejor vida y no poder alcanzarla. El “échale ganas” y el “si yo pude, tú también” se erigen no como frases motivacionales, sino como microagresiones hacia quienes en jornadas eternas y desgastantes ven sus ingresos sangrar con facilidad.
La educación, la eterna promesa para una vida mejor, ya no es una realidad para millones de jóvenes que optan, o son orillados, a abandonar sus estudios y enfrentar bajos salarios y la informalidad. Aun quienes logran avanzar en la vida académica no tienen garantía de nada. Según el Inegi, poco más de la mitad de quienes conforman la población desocupada en México tienen completa la preparatoria o cuentan con una licenciatura. El diploma no abre puertas para millones.
Sin embargo, y pese a este panorama que parece irreversible, las historias de éxito, de todos los tamaños, existen y vale la pena reconocerlas, no sólo en una publicación, sino en el día a día. Ser joven en la actualidad es un reto mayor que hace unos años y quienes tienen en su poder la posibilidad de modificar esta tendencia deben extender una mano. Que sirvan de testimonio quienes logran convertirse en promesa y que no sean olvidados los que todavía aspiran a serlo.
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Nota del editor: Gonzalo Soto es director editorial de Expansión. Síguelo en LinkedIn .
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