Todo ello ha impulsado la búsqueda de alternativas más seguras y éticas. Así, lo que antes parecía ciencia ficción, desde 2013 se ha convertido en una industria multimillonaria que, según algunos, es la comida del futuro: las carnes cultivadas en laboratorio, diferentes a la carne de origen vegetal u otros análogos. Desde que el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos aprobó su venta, este mercado se valoró en 104.85 millones de dólares (mdd) en 2021 y se espera que crezca a una tasa interanual anual del 16.96% para alcanzar los 268.47 mdd en 2027.
No se trata de una alternativa más a la carne convencional, sino de una transformación completa de la industria alimentaria ante el evidente incremento en la demanda de proteína animal por efecto del crecimiento de la población que hace que el modelo tradicional de producción de carne no sea sostenible a largo plazo.
Una investigación reciente de la Universidad de California en Davis sugiere que el potencial de calentamiento global de la carne cultivada podría ser entre 4 y 25 veces superior al de la carne de vacuno normal si se utiliza en su producción un medio de crecimiento muy refinado.
La tecnología de elaboración de este tipo de carne implica el cultivo en laboratorio de células animales, para producir carne real. Al eliminar la necesidad de criar y matar animales para obtener carne, esta tecnología tiene el potencial de reducir drásticamente el impacto ambiental de la producción de alimentos, así como de mejorar el bienestar animal y la seguridad alimentaria.
El proceso de producción consiste en tomar células de animales que normalmente producen carne y hacerlas crecer fuera del animal en un medio adecuado. La carne cultivada tiene el mismo sabor y valor nutricional que la carne convencional, pero con menos impacto ambiental y ético. Actualmente hay varios proyectos al respecto y algunos científicos afirman que esta tecnología está lista para uso comercial.
Uno de los líderes en esta nueva frontera es una startup fundada por el ingeniero agrónomo chileno Andrés Ariztia, cuyo enfoque en la producción de carne cultivada está cambiando las reglas del juego. Su orientación hacia la investigación y el desarrollo de tecnologías innovadoras está allanando el camino para una industria más sostenible y ética. Al colaborar con socios en todo el mundo y liderar iniciativas en el ámbito regulatorio, está abriendo oportunidades y acelerando la adopción de esta tecnología, aunque considera que “la carne cultivada llegó no para reemplazar a la carne convencional, sino para complementar el mercado, con la ventaja de que no se necesitan antibióticos para producir carne." Sin embargo, explica que “varias instituciones de Market Research indican que la carne cultivada debería llegar al 5% en Market Share al 2030 y al 2040 debería tener sobre el 20%”.
Sin embargo, el camino hacia la adopción generalizada de la carne cultivada tiene desafíos de orden regulatorio, económico y comercial, por lo que es probable que la carne cultivada esté aún lejos de su lanzamiento comercial.
Aún deben aclararse debates sobre su regulación y etiquetado. Al respecto existe ya una controversia en Estados Unidos, pues mientras algunos productores desean que sea el Departamento de Agricultura quien regule y certifique, otros optan por que sea la Agencia para la Regulación de Alimentos y Medicamentos dado que se incluyen nuevos componentes que requieren de evaluaciones de bioseguridad.