En este sentido, la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) estima que todos los combustibles fósiles alcanzarán su punto máximo (peak demand) antes de 2030, para posteriormente comenzar a reducir gradualmente su participación en la canasta energética mundial para llegar a alrededor de 73% dentro de seis años, de acuerdo con uno de los tres escenarios planteados por la IEA.
A pesar de la alta demanda de hidrocarburos en los últimos años, son palpables en el mercado a nivel mundial algunos cambios que permiten alinear acciones para alcanzar los compromisos de descarbonización a nivel global, lo que impulsará cada vez más una mayor participación en la matriz de energías limpias y renovables.
De manera local, dichas tendencias hacia la incorporación de energías renovables también deben ser aplicables, ya que el sector energético es esencial para alcanzar los objetivos económicos, sociales, de crecimiento y desarrollo para el país.
A saber, México cuenta con una matriz energética principalmente apalancada por el consumo de hidrocarburos; por ejemplo, aproximadamente 66.1% de la electricidad que produce el país se genera mediante combustibles fósiles.
En este contexto y ante la ventana de oportunidad que representa el nearshoring, nuestro país requiere de un planteamiento de proyectos de inversión que permita a los sectores públicos y privados garantizar el abasto de energía suficiente, asequible y limpia.
Hace algunos años, México se comprometió a generar 35% de la energía eléctrica a partir de fuentes renovables para 2024; sin embargo, y de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en 2022, el país se encontraba en 28.7%, por lo que este compromiso no podrá cumplirse en el periodo de tiempo establecido; no obstante, nuestro territorio dispone de grandes ventajas para incrementar el uso de energías limpias debido a su extensa biodiversidad.
En este sentido, las inversiones derivadas del nearshoring, que probablemente se irán materializando durante los próximos cinco años, generarán un crecimiento en la demanda de energía, adicional al ya por si retador nivel de crecimiento del 2.5% anual que estima el Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (Prodesen).