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El infausto centenario del Banco de México

A pocos meses de que se cumplan los 100 años del Banco de México, éste ha entrado en una espiral descendente que lo ha llevado a sus primeros años, cuando era merced de los caprichos políticos.
vie 28 junio 2024 06:03 AM
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La ley que rige al banco central es clara, la función de la reserva de activos internacionales es servir como fuelle, como un equilibrador de las cuentas nacionales, no como respaldo de un tipo de cambio fijo, señala Gabriel Reyes Orona.

De frontera a frontera, en México, la ley ha dejado de ser la ley. Hoy podrá ya cambiarse el texto cada vez que no se ajuste a los deseos soberanos. Sin embargo, fuera de nuestro país, los motivos que han hecho que las leyes establezcan límites, siguen existiendo. La seriedad, la consistencia y la responsabilidad que motivaron se establecieran restricciones en el actuar de las autoridades financieras, no perderán su razón de ser cuando las leyes incomodas se ajusten para eliminarles.

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Es ilegal que el Banco de México incursione en los mercados en favor de un nivel en el tipo de cambio, y más aún, el salir a propalar la especie de que se defenderá una paridad, como si ella algo tuviera que ver con la soberanía o la seguridad nacional, cuando, para cualquier conocedor, la moneda sólo tiene la función de medir el valor de las cosas en función al efectivo poder adquisitivo de tal instrumento. Pervertir o interferir su ajuste nos conduce a la irrealidad, de la cual se regresa pagando altos costos.

Es claro que las recientes declaraciones de la gobernadora del Banco de México dan cuenta de su falta de formación como banquera central, haciendo evidente que carece de la preparación que le permita advertir que su discurso puede caer bien en Palacio Nacional, pero no en los mercados, ya que ponen de manifiesto la politización del proceder del banco central.

La ley que rige al instituto central es clara, la función de la reserva de activos internacionales es servir como fuelle, como un equilibrador de las cuentas nacionales, no como respaldo de un tipo de cambio fijo. La irregular promoción de una banda cambiaria, que acomoda al discurso presidencial, escapa y desborda la función de esa reserva y compromete la autonomía del Banco de México. El tipo de cambio sólo es un reflejo, no el problema.

A pocos meses de que se cumplan los 100 años del Banco de México, éste ha entrado en una espiral descendente que lo ha llevado a sus primeros años, cuando era merced de los caprichos políticos, cuando vivió una inconveniente sumisión de las razones técnicas a los tiempos electorales. Su autonomía apenas sobrevivió un cuarto de siglo, antes de que los políticos dieran cuenta de ella. Primero, capturando la mayoría de su órgano de gobierno, designando incondicionales sin méritos en el área, y, después, haciendo nugatorio el escalonamiento de designaciones fijado por el legislador.

Algunos no se han percatado cómo, desde hace algún tiempo, Banxico, en combinación con la banca de desarrollo, vinieron ensuciando el mercado cambiario a través de intervenciones indeseables que produjeron un perverso proceso de distorsión que trajo una quimera denominada superpeso.

Tal dinámica emergió cuando un personaje desconocedor de los principios que orientan la política monetaria creyó que toda disminución en el valor de intercambio es buena, y hasta motivo de orgullo, sin embargo, es claro que ignoró siempre que lo importante es la fuente o raíz de tal apreciación. En nuestro caso, han sido las remesas de muy cuestionable origen; la política de subvaluación del dólar como estrategia comercial, y la constante interferencia de las autoridades financieras, lo que ha formado un espejismo. El aparato productivo no ha crecido, ni se ha fortalecido, se encuentra estancado.

La anulación de la eficiencia instrumental de la moneda es causa de regocijo para quienes se han apoderado de la silla presidencial, pero, constituye un severo problema para los mexicanos. Por lo pronto, como lo señaláramos ya hace algunas semanas, las autoridades financieras no supieron atender el episodio especulativo que emergió al día siguiente de las elecciones, y ahora, como lo anticipamos, han caído en un segundo error, han entrado en el perverso círculo armado por los especuladores, quienes darán cuerda y jalarán el carrete, haciéndose de importantes sumas en un vaivén cambiario.

Cada vuelta que anuncien recuperación de la moneda estará seguida por una subsecuente caída, poniendo enormes sumas en el bolsillo de los apostadores de ese mercado, que no sólo han tomado nota del ilegal anuncio hecho por el Banco de México, sino también de la dilución de su autonomía a manos de una Comisión de Cambios, la que opera con una visión cortoplacista en extremo.

Es claro que el ilegal lance adoptado por la Junta de Gobierno será premiado con la, o las modificaciones de ley necesarias, para que puedan seguir obrando con la imprudencia e irresponsabilidad técnica que demanda el salir a defender el peso, en un entorno de provocada volatilidad, sin respetar los ajustes propios del intercambio, sin embargo, los silenciosos mercados han visto como la autonomía del banco central se ha desdibujado, y como éste ha retornado a tiempos oscuros en los que la ortodoxia era reprobada.

Se han perdido décadas en el ámbito reputacional, y hoy, las tasas se fijan sin mayor análisis haciendo lo que diga la Fed. La inflación se mide con ponderadores aprobados por la SHCP, y el tipo de cambio es el que se palomea en la conferencia matinal. Gran debate existe con respecto a los estragos que traerá la perdida de la independencia judicial, pero, abruptamente, se perdió la independencia de quienes controlan los flujos financieros, reasumiéndose el desiderátum echeverrista de hacer todo lo necesario para que el partido en el poder luzca.

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Lo malo es que la 4T llega hasta los linderos de las fronteras y, desde fuera, ya se toman medidas para aprovechar las bravatas cambiarias. Se han adoptado decisiones que tornarán la inversión en una variable golondrina. Mucho se presume el monto que alcanza la inversión extranjera, cuando no se distingue con claridad que en su mayor parte es reinversión, alimentada por altas tasas de interés. Se recibe un trato cortés por los banqueros de fuera, pero los tiburones han detectado como sangra el fatuo superpeso y han decidido darle algunas tarrascadas.

A sus 100 años, el Banco de México ha vuelto a la casilla cero, lo cual es grave. No se trata de un poder como el judicial, ni sus decisiones van de la mano de asuntos que la sociedad siga cotidianamente, pero es el principio de una marejada de problemas que pensábamos habíamos dejado atrás.

En materia financiera los efectos no suelen percibirse de manera inmediata, y todo parece que sigue igual, sin embargo, se ha socavado la base misma que hizo que la economía mexicana desarrollara resistencia ante choques coyunturales, hemos perdido la red y el capelo protector, navegamos en un estado de extrema fragilidad.

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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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