Los datos reflejan que no es casualidad la expectativa a nivel global de que la IA transformará sus empleos en los próximos cinco años. Particularmente la generación Z tiene claro que, probablemente, su trabajo en el futuro apenas se esté ideando.
La postura positiva o negativa con la que se interpreta este cambio depende de tres factores: mayor educación, posibilidad de tener un empleo con capacidad de decisión y nivel de ingreso.
Me concentraré en el primero: la educación, porque soy testigo del impacto multiplicador que la actualización constante de herramientas y habilidades tiene en los ingresos de los individuos. Para que las inversiones en herramientas tecnológicas tengan el efecto deseado, se necesita cerrar la brecha en capacitación, de lo contrario se pone en riesgo la sostenibilidad de las empresas mexicanas en materia de competencia.
La falta de capacitación en IA puede intensificar las disparidades en el acceso y la adopción de tecnología entre las empresas. Aquellas comprometidas con la actualización constante de las habilidades de sus colaboradores pueden mantenerse al día con las últimas tendencias y obtener una ventaja competitiva, mientras que el resto puede quedarse rezagado, perpetuando la desigualdad en el mercado empresarial mexicano.
Desde un aspecto crítico también hay que abordar las posibles implicaciones éticas y de ciberseguridad al implementar soluciones de IA. Se requiere implementar rutas de aprendizaje de forma transversal, más allá de los perfiles técnicos, en todas las industrias para garantizar un uso responsable y sostenible. Sin la comprensión adecuada de cómo funciona y sus implicaciones éticas, las empresas corren el riesgo de implementar sistemas que puedan tener consecuencias no deseadas, como sesgos o violaciones de la privacidad de los datos.