Algunos médicos, al tener una limitante en el número máximo de consultas o procedimientos que pueden realizar, buscan capitalizar sus años de estudio incrementando el monto de sus honorarios, utilizando instrumental de alto costo, asociándose o recibiendo comisión de empresas distribuidoras de insumos quirúrgicos o realizando procedimientos que, aunque válidos, probablemente no hubieran sido necesarios en primera instancia.
En este sistema de pago por evento, los médicos son la fuerza de ventas de los hospitales que, para rentabilizar sus operaciones, los incentivan a aumentar el número de pacientes hospitalizados.
Si bien es cierto que la mayoría de los hospitales ha realizado grandes inversiones en infraestructura y tecnología y merecen tener un retorno, también busca a toda costa incrementar la utilización de su capacidad instalada, comenzando por el uso de los quirófanos sin cuestionar a los médicos sobre la necesidad real de realizar el procedimiento quirúrgico o de aplicar estudios completos y costosos que no eran necesarios.
Alguien tiene que pagar por estas prácticas: en el menor de los casos los pacientes que cuentan con los recursos y empeñan parte de su patrimonio para ser atendidos en instituciones privadas y las aseguradoras que son quienes financian una buena parte de estas operaciones. Según cifras de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), las operaciones de Gastos Médicos en los últimos años han estado en números negativos.
Ante esta situación, las aseguradoras buscan mantener su rentabilidad a través de incorporar deducibles y coaseguros diferenciados y cada vez más altos, incluir topes de honorarios médicos, poner nuevas restricciones y exclusiones y aumentar anualmente las primas fundamentadas en la inflación médica privada que para el 2024 es del 16%, más del doble de la inflación general. Bajo este escenario, cada vez menos personas tienen la capacidad de pago y se la juegan a no tener la necesidad de una atención hospitalaria en instituciones privadas.
Da la impresión de que la primera pregunta antes de conocer los síntomas de un paciente es si tiene seguro; al menos en las recepciones de los consultorios es una pregunta obligatoria. Es un sistema que busca obtener rentabilidad de cada paciente que llega y, si es con seguro, se convierte en un cheque en blanco, pero ojo, no a costa de las aseguradoras sino de los pacientes mismos que cada año tienen que pagar incrementos más altos en sus primas para mantener su cobertura.
Es común ver a muchos asegurados en sus renovaciones querer bajar sus primas mediante la modificación de sus planes, incrementando su deducible, quitando el acceso a ciertos hospitales, reduciendo los tabuladores o eliminando coberturas adicionales. Sin embargo, al momento de la atención, genera una total insatisfacción en toda la cadena.
Por si fuera poco, en los últimos años se han creado mafias dedicadas a asesorar a los pacientes con seguro; arman sus casos y garantizan el pago de las atenciones médicas, eliminando deducibles y coaseguros a cambio de incrementar los costos de la atención en contubernio con médicos y empleados de algunos hospitales que ya conocen la forma de documentar los casos para obtener el pago de las aseguradoras.