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Dignificar los salarios, una apuesta para activar la economía

Cuando solo una minoría se enriquece, acumulando capital, mediante prácticas monopólicas o competencia desleal, la economía padece a mediano y largo plazo.
mié 31 julio 2024 06:04 AM
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Los salarios dignos de la clase trabajadora constituyen la base de cualquier proyecto serio de crecimiento económico sostenido, además de que debe ser una política prioritaria para cualquier modelo de desarrollo, considera Guillermo Fournier.

De acuerdo con cifras del Inegi, el tema que más les interesa -preocupa- a los mexicanos es su situación económica. En palabras simples, la mayoría de las personas aspira a ganar más para mejorar su calidad de vida y la de sus familias.

Sin embargo, al igual que en otros países en vías de desarrollo, México tiene bajos niveles de ingreso, debido a la precariedad de una buena parte de los salarios. Aún en entidades con reducidos niveles de desempleo, a un sector significativo de la población no le alcanza para salir de la pobreza.

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En el estado de California, en Estados Unidos, el salario mínimo es de 16 dólares por hora. Esto quiere decir que un trabajador percibe el equivalente a más de 50,000 pesos al mes. El contraste con México es brutal, donde el salario mínimo mensual ronda los 7,500 pesos -casi siete veces menos-.

En una economía global altamente dolarizada muchos de los productos de consumo cuestan los mismo para mexicanos y californianos, lo cual pone el acento en la desigualdad económica entre naciones industrializadas y naciones emergentes.

El Premio Nobel de Economía, Amartya Sen, dice que la gran tragedia de la pobreza es que la falta de acceso a derechos básicos como la salud, la educación y la alimentación frena el potencial del talento humano de gran cantidad de mujeres y hombres.

Solo en México, los datos oficiales del Coneval arrojan que existen 46 millones de personas en situación de pobreza en 2024.

La trampa de la pobreza representa, a la par, una carga que impide el crecimiento de cualquier economía nacional.

No hablamos exclusivamente del drama personal de una madre o padre de familia al que no le alcanza para dar de comer a sus hijos, pagar las colegiaturas de la escuela, o comprarles medicinas en caso de enfermedad -esto, de suyo, es grave y lamentable-.

Si un porcentaje mayoritario de la población tiene ingresos ínfimos, producto de salarios paupérrimos, por principio básico, su poder adquisitivo será reducido. Ello impacta en los índices de consumo, ralentizando la economía. Entonces, el crecimiento económico se ve mermado.

Contrario a lo que algunos consideran, el incremento salarial no se traduce forzosamente en inflación. De hecho, si se fortalece el ingreso de los consumidores se crean dinámicas de mercado que contribuyen a generar prosperidad, siempre y cuando la distribución permee, alcanzando puntos de equilibrio entre oferta y demanda.

En cambio, cuando solo una minoría se enriquece, acumulando capital, mediante prácticas monopólicas o competencia desleal, la economía padece a mediano y largo plazo.

Los salarios dignos de la clase trabajadora constituyen la base de cualquier proyecto serio de crecimiento económico sostenido, además de que debe ser una política prioritaria para cualquier modelo de desarrollo.

¿Qué hacer para que los ingresos de las personas trabajadoras aumenten? Se proponen tres ejes de acción: educación de calidad, empresariado responsable y gobiernos proactivos.

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El sistema educativo debe apostar por las habilidades requeridas para enfrentar los retos del siglo XXI, colocando el acento en la mentefactura -aptitudes como la innovación y el pensamiento crítico-, para transitar hacia economías industrializadas.

La iniciativa privada precisa ser consciente de que los salarios competitivos se traducen en un mejor rendimiento de los colaboradores, además del sentido humano implicado -lo cual también es relevante-.

Los gobiernos, en todos los órdenes, están llamados a promover incentivos fiscales para que las empresas sean capaces de pagar bien a su fuerza laboral, implementando, a su vez, subsidios y programas sociales que mejoren las posibilidades de todas las personas.

Parafraseando al creador del concepto de empresa social, Muhammad Yunus: la pobreza y la desigualdad no son inherentes a la especie humana. Es posible pensar en un mejor futuro con oportunidades, sostenibilidad y auténtico bien común.

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Nota del editor: José Guillermo Fournier Ramos es docente en la Universidad Anáhuac Mayab. Vicepresidente de Masters A.C., asociación civil promotora de la comunicación efectiva y el liderazgo social. También es asesor en comunicación e imagen, analista y doctorando en Gobierno. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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