Nuestros ancestros nómadas aprendieron mucho de los árboles, comenzando por cómo adaptarse a las estaciones del año. Una vez que nos asentamos en comunidades desarrolladas, derivamos nuestras analogías de las calles, edificios, infraestructuras y objetos. Hoy en día, nuestro lenguaje está impulsado por imágenes de la tecnología. Decimos cosas como “me estoy quedando sin energía,” “bájale el tono” y “mi cabeza está sobrecargada”.
Hoy estamos experimentando un tremendo cambio tecnológico que está creando nuevos fenómenos para los que no tenemos palabras. Si usamos palabras antiguas para un fenómeno nuevo, nos confundimos totalmente.
Estamos experimentando una nueva Torre de Babel.
Un lingüista me dijo que un porcentaje sorprendente de palabras que usamos hoy en día — olvidé la cantidad exacta — no existía hace 30 años. Constantemente estamos creando nuevas palabras para comunicar nuevos fenómenos y, en el proceso, muchas personas no saben lo que significan las nuevas palabras. O usamos palabras antiguas para un fenómeno nuevo y ahora la confusión es aún mayor porque no sabemos de qué estamos hablando.
Lo he experimentado en mi práctica profesional. Estábamos diseñando una estructura organizativa e insistí, como siempre lo hago, en definir lo que significaban palabras específicas para que la gente supiera lo que cada rol debía hacer. En un momento dado, me atreví a preguntar “¿qué es la ingeniería?”.
Empezó una gran discusión. Descubrimos que la palabra ingeniería se estaba usando en muchas aplicaciones. Había ingeniería financiera. Había ingeniería de producto. Había ingeniería de producción. Había ingeniería de recursos humanos, ingeniería de nuevos productos, ingeniería tecnológica, ingeniería social. Y luego teníamos ingeniería de sistemas. En este punto, la discusión se calentó tanto que la persona que era ingeniero de sistemas amenazó con dejar la empresa porque se sintió ofendida de que nadie supiera cuál era su trabajo o en qué consistía su profesión.
En otra empresa de manufactura de alta tecnología, pasamos todo el día discutiendo “¿Qué es un módulo?” Cada uno tenía su propia interpretación. Solo imagina la confusión cuando planeas obtener un módulo y te entregan un conjunto de componentes no integrados. Otro ejemplo: ¿Cuándo una mejora de un producto lo convierte en un producto nuevo? ¿Es meramente un producto enriquecido o es realmente un producto nuevo?
El debate más interesante ha sido sobre la palabra “presupuesto.” Las personas llegan a una empresa desde diferentes culturas organizacionales y traen sus experiencias. Entonces, para una persona, el presupuesto es una previsión. Para otra, el presupuesto es solo la asignación de recursos. Para una tercera persona, el presupuesto es una declaración del estado más deseable. Esa disparidad puede crear una tremenda confusión cuando es el momento de producir un documento de trabajo.