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Ucrania, un botín codiciado entre potencias

Trump y Putin comparten un objetivo tácito: dejar a Ucrania más vulnerable para hacerla apetecible ante las ambiciones neo-imperiales de Washington y Moscú.
vie 07 marzo 2025 05:58 AM
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se reúne con el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy en la Casa Blanca en Washington, D.C., EE. UU., 28 de febrero de 2025.
Para Trump, Zelenski no es un símbolo de resistencia, sino un líder oportunista que ha utilizado la guerra para extraer miles de millones de dólares de los contribuyentes (taxpayers) en Estados Unidos, apunta Rina Mussali.

La realpolitik se impone. A las potencias centrales y sistémicas no les gusta ver a los poderes medios, economías emergentes y/o países en desarrollo intentar liberarse de sus cadenas para lograr mayor independencia, autonomía y autosuficiencia. Por ello, utilizan la política del gran garrote para disgregar, dividir, atomizar y someter de forma permanente a los países más débiles.

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La arremetida contra Zelenski fue evidente en la Casa Blanca. Trump y Putin comparten un objetivo tácito: dejar a Ucrania más vulnerable para hacerla apetecible ante las ambiciones neo-imperiales de Washington y Moscú. Si ello significa dar luz verde para que Putin vuelva a invadir Ucrania en un corto o mediano plazo no importa. Si ello significa que su territorio se reparta en dos zonas de influencia, tampoco.

Lo que importa es intensificar su fragilidad para torcerla, a propósito de que renuncie a defender su integridad territorial, su vocación soberana y conceda sumisa el reparto geopolítico entre potencias, cuyo eje pasa por la entrega a Rusia de una quinta parte de su territorio.

Precisamente, el determinismo geográfico de Ucrania lo hace un botín altamente codiciado para Rusia y Occidente. Este país se encuentra en el área pivote del mundo, tal y como lo reconoció el destacado geógrafo británico Halford McKinder, quien argumentó que el control del Heartland era clave para dominar al mundo -la vasta zona euroasiática que incluye a Europa del Este y Rusia.

No olvidemos los atributos geoestratégicos de Ucrania por su acceso al Mar Negro, corredor energético, granero de Europa, su amplia extensión territorial (más grande que Alemania) y enormes depósitos de tierras raras y minerales críticos, todos ellos esenciales en la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China.

A los cálculos geopolíticos y neo-imperialistas de Trump, se suma un trasfondo personal en su relación con el presidente de Ucrania. Para él, Zelenski no es un símbolo de resistencia, sino un líder oportunista que ha utilizado la guerra para extraer miles de millones de dólares de los contribuyentes (taxpayers) en Estados Unidos. Trump no olvida que el mandatario ucraniano se negó a iniciar una investigación contra Hunter Biden en 2019, un episodio que desembocó en su primer juicio político.

La trama con Zelenski le da la gran oportunidad de arremeter contra el “estado profundo” en Washington, “drenar el pantano”, exhibiendo los vínculos ucranianos con el partido demócrata, con ello logra que los estadounidenses vinculen la escena internacional con la trama nacional, enardeciendo la disputa del poder al interior de Estados Unidos.

Ahora, con todos sus atributos del poder, Trump busca ajustar cuentas: ha puesto en duda la integridad del gobierno ucraniano promoviendo la celebración de nuevas elecciones, ha sembrado acusaciones de corrupción en el manejo de los fondos de guerra y ha logrado que Kiev, después de la escena grotesca en la Casa Blanca, se siente a la mesa negociadora prometiendo una “tregua parcial” sin todavía garantías de seguridad para su país.

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Sea como fuere, Trump ha dejado claro su impaciencia, su prioridad es lograr un acuerdo lo antes posible. Su apuesta también buscar resarcir las relaciones entre Washington y Moscú para debilitar la alianza entre Rusia y China, con la esperanza de atraer a Moscú a un nuevo equilibrio de poder global con sus respectivas zonas de influencia, así como reorientar los recursos estadounidenses hacia el Indo-Pacífico, donde busca concentrar su estrategia de contención geopolítica contra el gigante asiático.

Lo que no hemos visto hasta ahora es la voluntad de Trump de imponer un freno a la política exterior expansionista de Rusia o si, por el contrario, sentará un peligroso precedente al validar el uso de la fuerza para redibujar fronteras en Europa. De esta manera, el rearme, la coerción y el nuevo reparto ganan predominio en el juego político internacional, una consigna siempre acompañada de narrativas construidas a la medida.

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Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional. Síguela en X como @RinaMussali . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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