El futuro del trabajo está en boca de todos, pero pocos se detienen a considerar un aspecto verdaderamente trascendente y coyuntural: el impacto real que un entorno global volátil, cambiante y cada vez más fuera del control organizacional ya está generando en la forma en que gestionamos al talento.
Gestión de talento en tiempos de cambio

La Inteligencia Artificial (IA), por ejemplo, demanda habilidades nuevas que muchos equipos aún no poseen o siquiera imaginan. A esto se suman tensiones geopolíticas con el potencial de alterar el rumbo de los mercados, y un clima económico inestable que exige agilidad y capacidad de respuesta por parte de los equipos; todo mientras intentamos conectar con una fuerza laboral multigeneracional y diversa, que hoy busca mucho más que un salario al final del mes.
En este contexto, el Future of Jobs Report 2025, del Foro Económico Mundial, es claro: la transformación del trabajo avanza al ritmo de los grandes cambios globales. Adaptarnos ya no es una opción, como tampoco lo es ignorar que quienes están en la primera línea del terreno —absorben la presión, toman decisiones en entornos inciertos y sostienen el ritmo de esta transición— son nuestros colaboradores.
Ahí se concentra el mayor riesgo, porque no solo está en juego la productividad; también lo están la cohesión del equipo y la motivación individual, dos fuerzas que, en tiempos de cambio, son esenciales para sostener el compromiso y mantener unida a la organización.
Frente a este panorama, vale la pena preguntarnos: ¿qué estamos poniendo realmente sobre la mesa para que las personas vivan su jornada laboral con mayor bienestar en medio de esta revolución de altas exigencias? ¿Qué hacemos para que elijan quedarse, incluso cuando el entorno se torna adverso? ¿Estamos generando condiciones auténticas para que se sientan valorados y reconocidos?
Responder nos obliga a reconocer que lo que antaño funcionaba —ya sea un bono anual o un aumento— hace tiempo cedió paso a una realidad arrolladora, en la que la fuerza laboral busca desarrollo profesional sin renunciar a su vida personal. Le importa el salario, sí, pero también quiere encontrar valor más allá del ingreso mensual. En síntesis: demanda flexibilidad, reconocimiento y sentido.
El estudio Panorama Laboral en México 2025, desarrollado por Pluxee, confirma esta fotografía. Advierte que, aunque el 54% de los colaboradores se declara satisfecho con su empresa, un 43% considera renunciar. Se trata de una señal de alerta en este momento histórico, que exige redoblar esfuerzos para mejorar la experiencia del colaborador mediante beneficios no salariales que refuercen su propósito y les hagan sentir que su presencia importa.
Y no, no se trata simplemente de ampliar el catálogo de beneficios ni de sumar productos por inercia. Se trata de diseñar una estrategia que realmente conecte con el momento de vida de cada persona, y responda a sus expectativas desde la empatía, la personalización y la consistencia.
Cuando esto ocurre de manera natural y honesta, las decisiones dejan de ser uniformes y empiezan a generar efectos concretos que, en momentos como este (donde los cambios globales impactan de lleno en la gestión local del talento), pueden evitar fracturas irreversibles en la confianza del equipo y la pérdida de talento con el consecuente costo económico que implica.
Las empresas que ya avanzan en esta dirección se están blindando en medio de esta transformación. Seamos conscientes del momento que vivimos y actuemos con empatía y con visión de futuro; solo así lograremos que las organizaciones sean un lugar donde las personas encuentren motivos reales y poderosos para quedarse.
Lideremos, tomemos decisiones en beneficio de lo más importante: las personas.
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Nota del editor: Carlos Ferrer es director General de Pluxee México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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