En su famoso modelo del “círculo dorado”, Simon Sinek propone que los grandes líderes no comienzan por decir qué hacen o cómo lo hacen, sino por qué lo hacen. Y cuando ese “por qué” está claro, el propósito se vuelve una fuerza de liderazgo.
Steve Jobs lo sabía. No solo vendía productos, sino ideas, hablaba de creatividad, de elegancia, de romper lo establecido. Su propósito era claro: desafiar el status quo. Y por eso, cada presentación no era solo un anuncio de producto: era una experiencia escénica, casi teatral, donde todo estaba al servicio del asombro.
Elon Musk es distinto, pero habla como alguien que no busca aprobación, sino transformación. Richard Branson, el fundador de Virgin, comunica con humor y cercanía, con un estilo autentico que crea una conexión emocional.
Entonces, ¿qué tienen en común los líderes que comunican con impacto?
Primero, tienen claro su “por qué”. Habla desde lo que te mueve. Tu propósito es tu centro de gravedad.
Segundo, conocen el poder de su voz. No delegan la palabra, su mensaje responde a una intención: mover, convencer, inspirar o cambiar la narrativa.
Tercero, dominan la simplicidad. No esconden su pensamiento en tecnicismos. Decía Einstein que tú solo entiendes un tema si eres capaz de explicarlo a tu abuela. Si no puedes explicar tu visión en frases cortas que emocionen, probablemente no esté clara ni para ti.
Cuarta, usan la emoción como su motor. Todos tienen estilos distintos, no habla igual Obama a como lo hacía Fidel Castro, ni Jeff Bezos como Satya Nadella pero todos tienen algo en común, conectan con la emoción de la gente y esa sensación es la que se convierte en influencia.
Quinta, hacen de su historia una herramienta. Los líderes que inspiran no solo presentan datos; narran un camino.