En un invernadero, las flores no se obligan a crecer. El horticultor prepara la tierra, riega con esmero y deja que la luz del sol haga su trabajo. Así es un líder multiplicador. No se trata de ser la única fuente de energía, sino de crear las condiciones necesarias para que cada miembro florezca por sí mismo, de manera natural.
Ejercer un liderazgo multiplicador requiere valentía

Un líder multiplicador se enfoca en cultivar la curiosidad, empoderar a su equipo y fomentar el aprendizaje constante. Escucha antes de dirigir y da espacio para que cada quien crezca a su propio ritmo. No tiene miedo de rodearse de personas más brillantes porque sabe que el éxito no está en ser el foco, sino en construir un ecosistema. Debemos entender que el verdadero éxito sucede en colectivo.
Si aspiras a tener un equipo fuerte, resiliente y altamente productivo, deja de buscar ser el centro. Sé el jardinero que cuida, guía y celebra cada nuevo brote. Eso es lo que un verdadero líder multiplicador hace.
Un problema común y muy costoso
Lamentablemente, muchos líderes caen en la trampa de minimizar el trabajo de sus subalternos. Sin querer, terminan monopolizando las decisiones, imponiendo sus ideas y reforzando estructuras jerárquicas que sofocan la creatividad y el talento de sus colaboradores. En lugar de inspirar, generan dependencia; y en vez de liberar el potencial, lo ahogan.
¿Cuántas veces has escuchado la frase: "Si no lo hago yo, no queda bien"? Este tipo de pensamiento es uno de los mayores enemigos del liderazgo multiplicador. Refuerza la idea de que el líder es el único capaz de hacer las cosas correctamente, lo que frena el crecimiento de los colaboradores y genera una sobrecarga innecesaria para una sola persona. El mensaje que transmite es claro: "No confío en tu capacidad". Esta mentalidad mina la motivación del equipo y, con el tiempo, destruye su confianza.
A veces, aunque bien intencionados, los líderes ahogan el talento porque creen que liderar es tener todas las respuestas. Este tipo de pensamiento lleva al micromanagement y a la toma de decisiones unilaterales, lo que resulta en desmotivación, baja productividad y fuga de talento. Liz Wiseman, en su libro Multiplicadores, explica cómo los minimizadores parten de la idea de que la inteligencia es limitada. Pero la buena noticia es que nadie está condenado a ser minimizador para siempre. Cambiar esta mentalidad es posible, y el primer paso es reconocer que el liderazgo debe ser un proceso de liberación y no de control.
Evita convertirte en ese líder que es obstáculo. ¿Sabes de qué hablo? Ese que, al igual que el horticultor que ahoga las semillas con exceso de riego, sofoca la creatividad de su equipo con una sobreabundancia de control. Recuerda que cada vez que tomas una decisión por ellos, les estás restando la oportunidad de aprender y, sobre todo, de brillar.
La mentalidad multiplicadora
Los líderes multiplicadores creen que la inteligencia es abundante y su desarrollo es continuo. No dan todas las respuestas, sino que plantean las preguntas correctas que permiten al equipo descubrir sus propias soluciones. Algunas de sus prácticas, de acuerdo con Wiseman, son:
- Ser un imán de talento: Un líder multiplicador atrae a personas brillantes y las deja sobresalir. Esto va más allá de valorar la experiencia técnica, se trata de reconocer el potencial latente del equipo y de aprovecharlo.
- Crear intensidad desafiante: No da respuestas fáciles, plantea preguntas complejas y genera un entorno donde se exploran soluciones innovadoras. No es lo mismo que dejarlos a su suerte; más bien, se trata de acompañarlos mientras aprenden a nadar en aguas desconocidas.
- Plantear retos gigantes: Impulsa la creatividad desafiando los límites. Este tipo de retos no solo fortalecen habilidades, sino que también incrementan la confianza del equipo.
- Fomentar debates productivos: Canalizan debates que generen decisiones robustas. Promueven un ambiente donde las ideas se enfrentan, pero las personas se respetan. Las sesiones de brainstorming traen consigo compromiso y mejoran los resultados.
- Inculcar responsabilidad: La autonomía sin rendición de cuentas genera caos. Los multiplicadores saben esto y ofrecen libertad para actuar, pero con expectativas claras.
Siempre es bueno mirarse al espejo
Todos hemos sido minimizadores alguna vezy reconocerlo es el primer paso hacia el cambio. Pregúntate: “¿Dejo que mi equipo piense por sí mismo?” “¿Impulso o freno su talento?” La honestidad es la llave que abrirá la puerta a la transformación.
Ejercer un liderazgo multiplicador requiere valentía. Significa reconocer nuestros errores y aceptar que siempre podemos mejorar. Implica tener una mentalidad de crecimiento, donde se cree firmemente que cada persona tiene el potencial de evolucionar. ¿Estás dispuesto a dar ese paso y convertirte en un líder multiplicador?
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Nota del editor: Saskia de Winter es socia fundadora y Directora General de Saskia de Winter Training. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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