La credibilidad (y fiabilidad) de los mandatarios no debería depender de las declaraciones que hacen en sus respectivos perfiles en redes sociales. Propiciar la fabricación de noticias falsas puede ser contraproducente para la legitimidad de los gobiernos. De acuerdo con la plataforma de monitoreo de redes sociales Brand 24, Donald Trump compromete la imagen diplomática de la presidencia de Estados Unidos con sus recientes acciones, dentro del marco de la tensión armamentista en Medio Oriente. La confianza institucional, que es necesaria para los intercambios diplomáticos y la estabilidad de las instituciones, es uno de los temas con mayor rechazo entre usuarios en redes sociales.
Fabricación de noticias falsas, contra la legitimidad de los gobiernos

Esto es significativo ya que el impacto del conflicto en Medio Oriente tiene efectos locales sobre indicadores financieros en México. La especulación con las divisas como reacción inmediata es una forma de narrativa manipulada que aparece con cada actualización en la esfera digital. Los mercados financieros, que siempre han sido sensibles a los cambios políticos, están más erráticos que de costumbre y la desinformación también se refleja en los usuarios de redes sociales, que hacen proyecciones irreales sobre temas financieros, como el tipo de cambio y el precio del petróleo.
Los temas económicos y migratorios tienen consecuencias directas sobre las audiencias en México, pero el volumen de información no permite que la información fluya con el orden necesario para entender la coyuntura, ni tiene el alcance deseado. Otro problema es que las plataformas digitales no tienen estrategias para divulgar buenas prácticas de consumo de medios para las audiencias, cuando es absolutamente necesario para estas. Las redes sociales se enfocan en el alcance masivo de los contenidos, y las narrativas virales que incentiven el uso indiscriminado de las plataformas por parte de los usuarios es la nueva norma en estos contextos políticos.
Las audiencias digitales estamos expuestas a una combinación nociva de contenidos: sátira propagandística, noticias falsas, dispersión de notas que no están vigentes con las actualizaciones, perfiles no verificados, expresiones alarmistas y datos fuera de contexto que no corresponden con la política exterior de los países involucrados en el conflicto. Esta situación es inédita: la ciudadanía no puede confiar en los comunicados oficiales porque ni siquiera se emiten en plataformas legítimas. De esta forma, las audiencias somos más susceptibles de creer en noticias falsas, y de legitimar discursos de odio riesgosos.
La maquinación de narrativas de odio es un riesgo que enfrentan los usuarios de plataformas digitales. La alfabetización mediática es clave: no solo es necesario conocer el contexto político para entender el intercambio errático de narrativas diplomáticas, también es importante que las audiencias tengan noción de cómo funcionan las plataformas digitales para no caer en contenidos que disparen la paranoia.
Un consejo útil para los usuarios en redes sociales es aplicar tres reglas cuando se emiten “breaking news”: no compartir de inmediato la noticia hasta verificar que otros medios también la están difundiendo, no saltar a conclusiones prematuras si es una historia en desarrollo y no interactuar con contenidos en plataformas digitales si llevan mensajes cargados de emotividad. Las noticias falsas tienen el objetivo de manipular a las audiencias para promover narrativas que desconcierten y desestabilicen a las personas, y con esto influir en decisiones relevantes para el orden social.
En este sentido, los memes y otros contenidos virales en redes sociales, por inofensivos (y atractivos) que sean para las audiencias, podrían ser una trampa de desinformación para promover conductas perniciosas de consumo de contenidos digitales, como compartir noticias falsas de manera espasmódica. La emotividad en estas narrativas tiene la función de manipular el criterio de la ciudadanía, quienes moldeamos el pensamiento crítico (nuestros valores y creencias) en función de nuestras reacciones, y no del contraste entre los datos duros y la coyuntura actual.
Las buenas prácticas son necesarias, ahora más que nunca, porque los canales oficiales de los gobernantes han perdido institucionalidad. Por ende, la legitimidad de las acciones que pretenden comunicar está en un punto de equilibrio frágil.
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Nota del editor: Alejandra G. Marmolejo es profesora de ciencias sociales en el Tecnológico de Monterrey y miembro del Observatorio de Medios Digitales . Síguela en Threads como @alegmarmo. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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