A lo largo de mi carrera, sobre todo en los últimos años, he escuchado muchísimo que la Inteligencia Artificial (IA) llegó para quedarse. Y creo que es una realidad que poco a poco los académicos, las instituciones educativas y los actores del sector hemos estado asimilando en tiempo real, mientras nuevas actualizaciones y herramientas surgen mes a mes. Lo cierto es que la IA no solo llegó para quedarse, sino que llegó para transformar la manera en que enseñamos y que aprendemos, entre muchos otros aspectos de nuestra vida.
¿Qué le preocupa a los docentes y los estudiantes sobre la IA?

En cuanto al impacto en la educación, por un lado están los constantes retos que surgen para académicos, desafíos que vienen desde hace mucho tiempo y tienen que ver con la rápida transformación digital para la que el sector no estaba realmente preparado, y por otro lado, el gran reto: cómo hacer que los estudiantes usen tecnología como la IA de una forma ética y responsable.
La IA generativa ha significado un cambio nunca antes visto, un cambio muy rápido y vertiginoso, donde a las empresas educativas les toca entender el contexto global para poder desarrollar soluciones que acompañen a los académicos, las instituciones y los estudiantes en la formación ética apoyada con IA.
Muchas veces, los educadores se topan con una gran pared: el desinterés de los estudiantes por involucrarse en tareas más complejas. Sin embargo, un reciente estudio realizado por Turnitin en colaboración con Vanson Bourne, revela que dos de cada tres estudiantes es consciente del impacto que la IA puede tener en su aprendizaje y educación, y que la usan para no “quedarse atrás”. Esto indica un nivel de consciencia.
Desde que la IA se instaló en el salón de clases el gran debate se ha centrado en qué y cuánto es aceptable. Según los datos de la encuesta, este debate no tiene por qué ser algo negativo, sino más bien lo que se debe tener claro es el objetivo que tiene el uso de la IA para diferentes tareas y sobre eso, fijar los límites y las expectativas. En este aspecto, casi un tercio de los consultados considera que el uso parcial de la IA es aceptable; no obstante, difiere en relación a cuánto es aceptable, qué es mucho y qué es poco.
Estoy segura de que estas son también las conversaciones dentro de las instituciones educativas, debates que están desarrollándose en las diferentes instancias de conversación, porque es muy posible que existan puntos de vista distintos desde un área de conocimiento a otra, de un tipo de evaluación a otra.
Estamos conscientes de que estas dudas son solo la punta del iceberg de todo el debate en torno a la IA que está sucediendo por estos días. Pero, ¿qué más le preocupa a los actores de la educación en cuanto al uso creciente de la IA en el aula? Por un lado, para las instituciones y líderes académicos, según la encuesta, la gran preocupación es garantizar la integridad académica y el uso ético de la IA. La segunda preocupación para el mismo grupo radica en la capacitación. En México, solo el 15% de los consultados admite haber recibido formación suficiente sobre IA, 4 puntos por debajo de la media global que asciende a 19%.
Por la vereda de los estudiantes, las preocupaciones son diferentes. La integridad académica no es necesariamente su primera opción. Una de sus preocupaciones es meterse en problemas por usa la IA y la otra se relaciona con no quedarse atrás de quienes defienden excesivamente el uso de esta tecnología. Los estudiantes hoy necesitan guía y apoyo reforzado para abordar sus tareas con IA.
Una preocupación común entre educadores, instituciones y estudiantes- de acuerdo a los resultados del reporte- es la alta dependencia de la IA. Este punto de alerta es sobresaliente en México, y es que es un escenario posible que se sustenta en la falta de políticas de uso que regulen eficientemente la cantidad y el objetivo de la integración de esta herramienta en las tareas. Estamos en un punto donde muchas instituciones educativas, gubernamentales y mundiales están trabajando para resguardar el uso ético a través de textos y leyes que contribuyan al consenso.
México sin duda tiene áreas de oportunidad, una estrategia de capacitación, el desarrollo y puesta en marcha de códigos y políticas de uso, así como una mayor consciencia sobre la permanencia de la IA y de sus alcances éticos de cara al futuro, permitirán que poco a poco se logre un equilibrio. Los actores de la educación tienen conocimiento de este punto, de hecho, el estudio referido señala que el 85% de los encuestados del país tienen una perspectiva optimista en cuanto a la integración de la IA en el aula.
Esto amplía mucho más las oportunidades del uso ético, debido a que hay disposición para llegar a un consenso en cuanto a lo que se permite y lo que no. Todos quienes estamos involucrados en el proceso de enseñanza y aprendizaje queremos utilizar las tecnologías disponibles de manera eficiente y confiar en herramientas apropiadas que nos ayuden a enfrentar este proceso.
Reitero, este es un cambio nunca antes visto y necesitamos más compromiso que nunca para transformar la educación y llevarla hacia un lugar mejor. Es importante que la academia, las empresas y los gobiernos trabajemos de la mano para impulsar una regulación que permita enseñar con integridad y establecer un uso aceptable sin arriesgar los valores que el ser humano ha construido en sociedad.
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Nota del editor: María Belén Correa es Directora Regional de Turnitin para Latam. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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