En México estamos viviendo un momento clave para replantear el significado que tiene el trabajo. Las recientes discusiones sobre la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales y la “Ley Silla” han abierto un debate que va mucho más allá del cumplimiento de la regulación, se trata de buscar condiciones de trabajo más dignas, humanas y alineadas con el bienestar integral del trabajador.
Mejores condiciones para los colaboradores como una estrategia de negocios

La exposición prolongada a jornadas de pie ha generado problemas de salud física para los trabajadores, como várices y fatiga crónica, mientras que las largas horas laborales han acentuado el estrés, el agotamiento y el burnout, especialmente tras la pandemia.
Otro aspecto clave en las nuevas regulaciones es la necesidad de conciliar la vida personal y laboral. México destaca internacionalmente por tener una de las jornadas más largas con baja productividad por hora, lo que afecta el desarrollo personal, el tiempo en familia y el cuidado de la salud. Una jornada más corta no implica menor productividad, sino mayor calidad de vida, una demanda especialmente fuerte entre las nuevas generaciones.
Lo “normal” hasta hace pocos años eran las dinámicas laborales que priorizaban la presencialidad por encima del cumplimiento de objetivos. Las largas jornadas eran un sinónimo de compromiso y la productividad se medía por horas trabajadas.
Desde nuestra cercanía con especialistas de recursos humanos, observamos cada vez con más claridad cómo las condiciones laborales influyen en los indicadores clave de las organizaciones: rotación, ausentismo, desempeño, satisfacción y clima organizacional. Y no se trata de dejar a un lado las necesidades del negocio y las exigencias del mercado, se trata más bien de comprender que las personas son el corazón de las empresas y tratarlas con respeto. Ofrecerles descanso y cuidar su salud es una estrategia de negocio inteligente y una garantía de éxito para cualquier organización.
La buena noticia es que cada vez somos más los trabajadores, líderes y empresas que estamos reconociendo que la dignidad y el bienestar son la base de una verdadera y sostenible productividad. La salud de las personas se vino a valorar más a raíz de la pandemia y muchas empresas en México ya trabajan bajo modelos centrados en el bienestar integral, comprendiendo que el progreso se mide en calidad de vida y resultados sostenibles en el tiempo.
Recordemos que hablar de bienestar laboral no es hablar solo de beneficios adicionales o de buen clima organizacional, se trata de garantizar condiciones humanas y justas que permitan a las personas desarrollarse sin poner en riesgo su salud física y mental. Ejemplos claros son el derecho a sentarse, contar con pausas adecuadas, trabajar jornadas razonables, asegurar el descanso con vacaciones suficientes y disponer día a día de tiempo para la vida personal.
La Ley Silla y la reducción de la jornada laboral buscan responder a ello, proponiendo medidas que favorezcan tanto el cuerpo como la mente de los empleados. Éstas pueden marcar el inicio de una visión compartida entre empresas, colaboradores y sociedad.
Invertir en bienestar no es solo cumplir con la ley, es apostar por una cultura organizacional más fuerte, más humana y, también más rentable. Es momento de evolucionar la forma en que trabajamos, porque solo así podremos construir un país más justo, competitivo y alineado con el futuro del trabajo.
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Nota del editor: Alejandra Martínez es Responsable de Estudios del Mercado Laboral de Computrabajo México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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