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La urgencia de proteger nuestra identidad biométrica ante la IA

Además de proteger la identidad individual, se vuelve urgente proteger la identidad pública, entendida como la confianza en lo que vemos y escuchamos en el espacio digital.
mié 06 agosto 2025 06:02 AM
La urgencia de proteger nuestra identidad biométrica ante la IA
Estamos frente a una transformación del concepto de identidad. Ya no basta con proteger nuestros documentos o contraseñas: ahora debemos blindar cómo nos vemos, cómo sonamos y cómo nos comportamos digitalmente, considera Matías Carrocera.

¿Y si tu cara, tu voz o tu forma de caminar pudieran tener derechos de autor? No es una escena de ciencia ficción. En Dinamarca, un grupo de abogados ha propuesto otorgar derechos de autor sobre los rostros humanos para proteger a las personas del uso no consentido de su imagen por parte de la Inteligencia Artificial (IA). La propuesta busca combatir la explotación de datos biométricos, como imágenes, videos o grabaciones de voz, que hoy alimentan a modelos de IA capaces de generar deepfakes cada vez más realistas.

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Aunque su implementación legal parece compleja, esta iniciativa abre una conversación urgente para América Latina: en un mundo donde la IA puede replicar nuestra identidad, ¿quién nos protege?

Muchas empresas ya utilizan la verificación por voz como método de autenticación. Lo que hasta hace poco parecía seguro, hoy está en entredicho. Las herramientas de clonación de voz basadas en IA han avanzado a tal punto que basta con unos segundos de grabación para generar una réplica fidedigna. Esto representa un enorme riesgo para bancos, servicios públicos, centros de salud y ciudadanos en general.

Firmas de ciberseguridad como Kaspersky y Bitdefender han documentado cómo la clonación de voz, combinada con ingeniería social, se convierte en una nueva frontera del fraude digital. El 2024 Consumer Cybersecurity Assessment Report de Bitdefender revela que los ataques más comunes hoy incluyen intentos de fraude por llamadas y mensajes, algunos potenciados por IA que replica voces familiares.

La cara y la voz no son los únicos datos vulnerables. Hoy también están en riesgo:

- Huellas digitales sintéticas: generadas por IA para superar escáneres biométricos.
- Reconocimiento facial en espacios públicos: que puede ser utilizado sin consentimiento para vigilancia masiva.
- Patrones de comportamiento digital: como la forma de escribir o mover el mouse, ya replicables por IA.
- Deepfakes audiovisuales: que no solo afectan la reputación, sino que pueden tener consecuencias legales, laborales y personales.

Estamos frente a una transformación del concepto de identidad. Ya no basta con proteger nuestros documentos o contraseñas: ahora debemos blindar cómo nos vemos, cómo sonamos y cómo nos comportamos digitalmente.

La preocupación por el uso de IA para clonar rostros y voces no se limita al fraude financiero o la suplantación de identidad. En un año con más de 70 procesos electorales en todo el mundo, los deepfakes y las voces sintéticas han comenzado a jugar un rol preocupante en la manipulación política.

Casos recientes en Estados Unidos, India y Eslovaquia mostraron cómo se distribuyeron audios falsos atribuidos a políticos, generando confusión, polarización o incluso cambiando la intención de voto en los días previos a las elecciones. La posibilidad de que una IA pueda poner palabras en boca de cualquier persona sin que el público lo detecte representa una amenaza directa para la democracia.

Estos riesgos se agravan en contextos donde no existen protocolos claros para verificar la autenticidad de los mensajes, o donde la alfabetización digital es baja. Por eso, además de proteger la identidad individual, se vuelve urgente proteger la identidad pública, entendida como la confianza en lo que vemos y escuchamos en el espacio digital.

En la mayoría de los países de América Latina, las leyes de protección de datos personales aún no incluyen de forma robusta la regulación sobre biometría o inteligencia artificial. Mientras tanto, empresas tecnológicas, gobiernos y actores maliciosos tienen un margen amplio para capturar y utilizar información sensible.

La pregunta no es si debemos regular la IA, sino cómo y con qué urgencia. La ética digital ya no puede ser un lujo: es una necesidad. Proteger nuestra identidad en esta nueva era requiere un enfoque colaborativo entre sectores público y privado, y marcos legales que reconozcan derechos como:

- El derecho a la integridad digital.
- El derecho a la identidad no manipulada.
- El derecho a decidir sobre el uso de nuestros datos biométricos.

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Volviendo a la propuesta danesa, algunos podrían considerarla exagerada. Pero ¿y si fuera el primer paso para devolver a las personas el control sobre su identidad en un entorno digital plagado de simulaciones? Si las grandes empresas lucran con nuestros rostros, voces o comportamientos, ¿no deberíamos al menos tener voz sobre su uso?

Tal vez no se trate de registrar nuestra cara como una obra artística, pero sí de exigir el consentimiento como base del uso de cualquier dato personal. Porque si algo es claro en esta nueva era es que la tecnología no reemplaza nuestros derechos: debe protegerlos.

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Nota del editor: Matías Carrocera es experto en liderazgo, capital humano y visión empresarial, con una trayectoria destacada en el desarrollo de estrategias innovadoras. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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