Desde hace décadas la diplomacia ha dejado de ser potestad exclusiva de las representaciones estatales. Los espacios de intercambio y cooperación en el sistema de naciones están presenciado un activismo cada vez más dinámico de empresas, individuos particulares, fundaciones y organizaciones de la sociedad civil, entre otros.
Una diplomacia migratoria alternativa. El potencial de los acuerdos de base

Un actor de la mayor relevancia es el gobierno local. La denominada cooperación descentralizada o cooperación local-local entre entidades subnacionales está dando lecciones sobre innovación, eficacia, resultados controlables, legitimidad de los acuerdos y buenas prácticas. Es un verdadero laboratorio que puede reflejar necesidades reales y convergencia de intereses.
Al identificar necesidades comunes e intereses convergentes, la cooperación entre gobierno locales de diferentes naciones pone en evidencia las fallas de interpretación o los intereses que guían las acciones de los gobiernos centrales en su vínculo con otras naciones, que a menudo se originan en afanes de dominio, premio, castigo o chantaje. Dicho de otra forma, las acciones de colaboración entre entidades locales están en capacidad de evadir intereses contrarios a las prioridades locales.
En la actualidad, el mundo está presenciando el fortalecimiento de los discursos anti migratorios que está borrando la frontera entre naciones de origen, tránsito o recepción. Prácticamente todos los países están armonizando sus políticas de gestión desde una lógica represiva, de contención fronteriza y de deportación. Al mismo tiempo, en diferentes comunidades locales se alza la voz ante la necesidad de mano de obra inmigrante, dado que no tienen personal para levantar las cosechas, limpiar los edificios, cuidar ancianos o niños o atender necesidades de reparación de instalaciones eléctricas, remozamiento de casas o renovación de instalaciones de plomería. Es decir, la narrativa estatal no siempre coincide con la enunciación de las necesidades de los gobiernos locales.
La realidad en las relaciones fronterizas es más contundente. Hace unas semanas la población de Kerr y Kendall en Texas fueron afectadas gravemente por unas inundaciones inéditas en la historia contemporánea de aquellas zonas. Los más de 100 muertos de este fenómeno meteorológico rebasó las capacidades de gestión de las autoridades locales, lo que generó una respuesta tan espontánea como reveladora: algunas decenas de voluntarios y rescatistas mexicanos de Ciudad Acuña pasó al otro lado y aportó su esfuerzo en el rescate de personas y de cuerpos de fallecidos. Salvo alguna voz en contra, la inmensa mayoría de los pobladores de Kerr y Kendall saludaron la iniciativa y agradecieron el esfuerzo de este colectivo mexicano. Se trata de una acción orientada por principios, nos por intereses. Ahí radica el valor de esta acción.
A Ciudad Acuña, a Kendall y Kerr les unen intereses convergentes, necesidades comunes y retos compartidos. Es la otra migración, aquella que permite acometer retos comunes en países diferentes. Frente a este interés común, frente a la acción guiada por valores y principios y no por intereses ni chantajes, la migración en un diálogo local-local es un valor que las entidades locales tienen que explorar por el enorme potencial que puede aportar al desarrollo común, lo que pondría en evidencia la pobreza del discurso criminalizador que domina en escenario global.
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Nota del editor: Javier Urbano Reyes es profesor e investigador en el Departamento de Estudios Internacionales (DEI) en la Universidad Iberoamericana (UIA), académico de la Maestría en Estudios sobre Migración en el DEI-UIA. Escríbele a javier.urbano@ibero.mx Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.