En América Latina, especialmente en México, se enfrenta una paradoja relevante que limita el crecimiento económico y la captación de inversión. Mientras el 73% de las empresas multinacionales reportan dificultades para encontrar talento calificado, el desempleo en mercados clave permanece por encima de la media global. El problema principal no es la falta de personas buscando trabajo, sino la desalineación entre las habilidades que demandan las empresas y las que pueden demostrar quienes buscan empleo.
Paradoja del talento: brecha de desempleo y búsqueda de talento en Latinoamérica

Las compañías que se expanden hacia y desde América Latina esperan profesionales con competencias globales capaces de interactuar en entornos multiculturales. Como ejemplo, la habilidad de hablar otro idioma como el inglés, que funciona como el verdadero idioma de los negocios. La situación se ha intensificado con el auge del trabajo remoto y los modelos híbridos. Hoy, para colaborar con equipos globales, el inglés dejó de ser un valor agregado y se convirtió en un requisito no negociable. Sin esta habilidad, miles de profesionales quedan fuera de procesos de selección en sectores tan dinámicos como tecnología, servicios financieros, manufactura avanzada o BPOs/call centers.
Sin embargo, la fuerza laboral local carece, en gran medida, de una validación internacional y estandarizada de su nivel de dominio. Esto crea un “techo de cristal” que limita la movilidad laboral, incluso para candidatos con alta preparación técnica. En este contexto, candidatos muy competentes ven mermadas sus oportunidades simplemente porque no pueden demostrar con estandarización que dominan un idioma imprescindible.
Frente a esta realidad, la certificación en inglés emerge como una solución concreta. Los exámenes estandarizados ofrecen una evaluación objetiva y reconocida que lleva un mensaje claro: “este candidato puede comunicarse a nivel internacional”. En términos de contratación global, ese tipo de puntuación se convierte en un idioma universal, que supera currículos inflados o valoraciones subjetivas.
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Para los empleadores, la certificación se traduce en eficiencia en los procesos de contratación, reducción de costos asociados a la rotación y mayor productividad en equipos globales. Para los individuos, significa abrir la puerta a mejores salarios, promociones, movilidad internacional y participación en proyectos de mayor envergadura.
Desde una perspectiva de retorno sobre inversión (ROI), la inversión en una certificación abre puertas a promociones, bonos, salarios más altos, proyectos internacionales y progresión ágil: en muchos casos, duplicar o triplicar el retorno en menos de dos años. Para las empresas, formar internamente al personal en inglés —y acompañarlos hacia la certificación— genera resultados palpables: mejor retención, mayor productividad, reducción del “time to placement” en roles globales, y aumento en la capacidad de exportar servicios o colaborar con clientes de alto nivel.
Líneas de acción para cerrar la brecha:
- Para líderes de Recursos Humanos: Integrar la certificación de inglés en perfiles internacionales y comunicarla como un objetivo alcanzable. Ofrecer programas internos de capacitación y certificación que eleven el nivel y mejoren la retención.
- Para quienes buscan empleo: Invertir en la certificación, no solo para fortalecer el currículum, sino para obtener una credencial reconocida por el mercado, que en sectores clave puede significar hasta un 25% más de salario anual.
- Para instituciones educativas y gobiernos: Alinear la enseñanza del inglés a estándares internacionales, ofrecer subsidios o becas para obtener certificaciones antes del egreso, y fomentar alianzas público-privadas que integren pruebas de certificación en los planes de desarrollo económico.
México cuenta con una fuerza laboral joven, dinámica y con gran potencial técnico. No obstante, mientras el inglés siga siendo una barrera, la paradoja del talento persistirá: empresas con vacantes abiertas y personas con carreras detenidas. La certificación internacional no debe ser vista como un lujo, sino como una herramienta para la movilidad social y la competitividad económica, un puente entre el talento local y las oportunidades globales. Es fundamental avanzar hacia la estandarización de habilidades para que el talento de la región sea reconocido y aprovechado a nivel mundial.
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Nota del editor: Rodrigo Rivera del Arco es Director Ejecutivo de Productos Institucionales de ETS para América Latina. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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