En 2025, el presupuesto destinado a Ciencia, Tecnología e Innovación fue de 57.8 mil millones de pesos, un recorte del 7.4% respecto a 2024 y equivalente a solo el 0.16% del PIB, muy por debajo del 0.28% alcanzado en 2015 (89.9 mmdp), su máximo histórico. La Unesco recomienda invertir al menos el 1% del PIB, mientras el promedio regional es de 0.6%, y países como Brasil invierten 1.2%, Estados Unidos con 2.8%, Japón con 3.2% y Corea del Sur con un 4.5% destinan mucho más.
México ante el reto de innovar; ciencia sin presupuesto y capital sin riesgo

Esta limitada inversión frena la innovación y la competitividad. En 2023, México registró 15,630 solicitudes de patentes que representaron 28% del total regional, muy por debajo de Brasil con 25,369, cifra con la cual obtiene 119 solicitudes por millón de habitantes, lo cual supera el promedio latinoamericano que es de 86, pero se mantiene rezagado frente a Chile con 163 y Brasil con 120.
Pese a ello, México cuenta con un potencial productivo sólido en industrias consolidadas —química, automotriz, minera y metalúrgica— y fortalezas para expandirse hacia sectores de alto valor agregado, como la aeroespacial, semiconductores, naval y la investigación aplicada, que debería ser la base del sistema nacional de innovación. En los países desarrollados, tres cuartas partes de las patentes privadas provienen de investigaciones cofinanciadas por los sectores público y privado.
Para aprovechar este potencial, México debe fortalecer sus capacidades científicas y tecnológicas mediante acciones como:
- Aumentar los grupos de investigación de excelencia nacional.
- Impulsar la colaboración entre universidades, empresas e institutos.
- Financiar infraestructura científica moderna.
- Implementar estrategias para atraer y retener talento, desde el posgrado hasta niveles consolidados.
- Ampliar becas y apoyos para jóvenes investigadores.
- Facilitar el acceso al capital de riesgo en etapas tempranas.
- Reformar el sistema de patentes y fortalecer la educación en propiedad intelectual.
- Impulsar proyectos empresa–universidad orientados a resultados.
- Promover la formación de clusters regionales que integren industria, academia e innovación.
La colaboración intersectorial debe ser el eje del modelo, pues “es el motor creciente de la innovación”: multiplica el impacto de la inversión, distribuye riesgos y genera masa crítica de conocimiento.
Un desafío adicional es la industria de capital privado y de riesgo, que representa apenas el 0.04% del PIB, una de las más bajas de la región. Entre 2006 y 2023, Brasil lideró la inversión con un máximo de 33 mil millones de USD en 2021 y 7 mil millones en 2023, más del 50% del total regional. México alcanzó 5 mil millones en 2022, pero cayó a 400 millones en 2023, mientras que Chile, que llegó a 4 mil millones en 2011, cerró ese año con 800 millones. En número de operaciones, Brasil concretó 114, frente a 26 en México y 25 en Chile, reflejando un mercado más maduro y diversificado. En empresas respaldadas por private equity y venture capital, Brasil cuenta con 2,849, México con 1,071 y Chile con 600, concentradas en los sectores de tecnología, medios y consumo.
Estructuralmente, Brasil posee un mercado financiero sólido y maduro; México, rezagos en capital de riesgo y financiamiento emprendedor; y Chile, un entorno estable y con políticas activas de innovación. En términos comparativos, los tres concentran la mayor parte del capital emprendedor regional, pero con distintos niveles de madurez:
- Brasil se consolida como el principal receptor de capital de riesgo en América Latina (16.º global en late-stage VC), gracias a su escala de mercado (7.º mundial) y la presencia de grandes corporaciones en I+D.
- México y Brasil han avanzado en la industria de capital emprendedor, aunque ambos mantienen brechas en inversión para startups tecnológicas.
- Chile ofrece el entorno más favorable para el financiamiento temprano, respaldado por programas públicos especializados y una política proactiva de fomento al emprendimiento.
México necesita incrementar la inversión en capital emprendedor, coordinar mejor sus programas, fortalecer redes de inversionistas ángeles, descentralizar los ecosistemas de innovación y asegurar políticas estables y de largo plazo. Superar estos cuellos de botella permitirá posicionar al país como un hub regional de innovación y emprendimiento, aprovechando su tamaño de mercado, red universitaria y proximidad estratégica con Estados Unidos.
Aun con las condiciones actuales, México conserva un marco institucional con potencial para impulsar la innovación tecnológica, pero debe enfrentar de manera decidida sus limitaciones estructurales en financiamiento temprano y transformar la investigación en emprendimientos sostenibles, mediante políticas que impulsen la transferencia de conocimiento y la creación de spinoffs universitarias.
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Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es Director Corporativo de Innovación y Transferencia de la Universidad Panamericana. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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