A pesar de ser una de las economías más innovadoras de América Latina y tener un PIB de 1.85 billones de dólares estadounidenses en 2024, con el 20.4% proveniente del sector manufacturero, el principal desafío de México es la fragmentación de su ecosistema de innovación.
Para afrontar este reto, es fundamental que universidades, empresas y gobierno trabajen interconectados con un propósito común: contribuir al desarrollo productivo y social. Las universidades deben fomentar la investigación que genere innovaciones capaces de transformar la industria, mientras que las empresas y el gobierno deben operar como un sistema colaborativo.
El primer paso para que el conocimiento universitario se traduzca en impacto económico es la protección de la propiedad intelectual, que sirve de puente entre la invención y su potencial comercial. La Ley Bayh-Dole de 1980 en Estados Unidos es un ejemplo de cómo una política pública puede reconfigurar un ecosistema de innovación al incentivar a las universidades a comercializar sus invenciones.
Las empresas en entornos competitivos deben integrar constantemente nuevas tecnologías para mantenerse a la vanguardia, entendiendo que la innovación es una herramienta para el desarrollo, la prosperidad y la resolución de problemas sociales. Con datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, en 2024 los sectores industriales con más solicitudes de patentes internacionales (PCT) fueron:
- Telecomunicaciones e informática: más de 52,600 solicitudes.
- Industria farmacéutica y tecnología médica: 29,545 solicitudes.
- Energía e infraestructura eléctrica: 22,783 solicitudes.
Para que la sinergia entre la universidad y la industria sea efectiva, las empresas deben adoptar una estrategia de innovación proactiva que vaya más allá de la adquisición de tecnologías existentes y migre hacia un proceso de "infusión tecnológica" que permita integrar innovaciones radicales en sistemas o productos ya existentes.
Dos desafíos clave hacen necesaria la adopción de una estrategia de innovación proactiva:
- El estancamiento de la productividad: A pesar de los avances tecnológicos, el crecimiento de la productividad se ha ralentizado, lo que limita el crecimiento salarial y la prosperidad general.
- La erosión de la competitividad: México debe fomentar la adopción de tecnologías avanzadas en el sector manufacturero para aumentar la productividad y la competitividad.
En el Global Competitiveness Report 2020 del Foro Económico Mundial, México obtuvo un índice de competitividad de 64.9 puntos (en un rango de 1 a 100), ubicándose como la segunda economía más competitiva de América Latina, solo por detrás de Chile. Los principales aspectos a atender son ampliar la inversión pública y privada en I+D, fomentar la colaboración entre universidades y empresas, impulsar políticas que apoyen el capital de riesgo y promover la difusión tecnológica.
Una nueva tecnología no es un elemento aislado, sino que transforma la arquitectura completa del sistema. El valor de su integración depende de cómo impacta la plataforma del producto a lo largo del tiempo, así como de los efectos de combinación entre tecnologías. La sinergia entre múltiples innovaciones puede crear un valor exponencial o, por el contrario, generar incompatibilidades.
La adopción de tecnologías requiere una metodología sistemática para cuantificar y evaluar el impacto de la infusión tecnológica en las primeras etapas del ciclo de planificación del producto. Esto implica un diálogo constante entre los requerimientos técnicos del diseño y producción con la funcionalidad y el rendimiento demandados por los usuarios finales, al tiempo de incluir el análisis de la estructura y evolución de la tecnología, esencial para optimizar los procesos industriales.