Las autoridades monetarias han retirado completamente la restricción monetaria a través de reducciones persistentes de la tasa de interés durante el último año y medio. En marzo del año pasado, el banco central inició el ciclo de relajamiento monetario al realizar el primer recorte de 25 puntos base, bajando la tasa de referencia desde su máximo de 11.25% y acumulando cuatro recortes en el año. Las autoridades aceleraron el relajamiento en la primera mitad del 2025, al reducir la tasa de interés en 200 puntos base, seguidos de 50 puntos adicionales en el tercer trimestre del año.
Con estas acciones, la tasa de interés real ex ante convergió con el límite superior de la neutralidad estimada por el banco en 3.6%, eliminando así la brecha positiva de la tasa de interés. Es decir, la política monetaria dejó de ser restrictiva mientras que la inflación permaneció por encima del límite superior del objetivo, generando una brecha inflacionaria positiva.
En los últimos cinco años, la inflación general no ha convergido al objetivo de 3%, sino que se ha mantenido en el rango superior de la meta y recientemente ha mostrado una tendencia al alza. Más importante aún, la inflación subyacente, la cual refleja de mejor manera la estructura de formación de precios y está determinada mayormente por las condiciones de demanda interna, nunca ha convergido al objetivo de 3% durante el periodo de endurecimiento monetario iniciado a mediados de 2021. Peor aún, esta inflación subyacente volvió a repuntar cuando el banco central aceleró el relajamiento en 2025, pasando dicha inflación de 3.7% al cierre de 2024 a 4.3% en septiembre.
Esto implica que el relajamiento monetario contribuyó a mantener vivo el exceso de demanda en la economía, imponiendo presiones sobre los precios clave. Los datos de las cuentas nacionales muestran que el exceso de demanda interna aumentó de 4.7% del PIB en el primer trimestre del presente año a 5% en el segundo trimestre, cuando las condiciones monetarias se acercaron al límite de neutralidad.
Con condiciones monetarias alcanzando la frontera de la neutralidad en septiembre y la inflación subyacente fuera del rango objetivo, el Banco de México ha alcanzado prematuramente la neutralidad monetaria sin que la inflación haya convergido a la meta del 3%. En una economía que funciona sin freno monetario, el exceso de demanda no se reducirá, incluso podría ampliarse, manteniendo así las presiones de demanda sobre la inflación subyacente. Por lo tanto, las autoridades monetarias corren el riesgo de no lograr la convergencia inflacionaria en 2026, posponiéndola una vez más y, con ello, afectando las expectativas de inflación y dañando la credibilidad.
La poca eficacia de la política aplicada radica en la postura monetaria, la cual refleja cierta falta de compromiso con la estabilidad de precios. La historia ha demostrado que no existe inflación que no pueda ser domesticada por la política monetaria, incluso en un entorno de expansión fiscal. La postergación repetitiva de la convergencia inflacionaria por parte del banco durante los últimos tres años y los constantes ajustes al alza en sus pronósticos de inflación son evidencia clara de una restricción monetaria insuficiente.
En particular, la persistencia de aquella inflación que mejor responde a las condiciones de demanda es resultado de una dosis monetaria inadecuada. La prisa por llevar las condiciones monetarias a la neutralidad, sin haber logrado la convergencia de la inflación, demuestra una falta de compromiso con la meta del 3%.
Para que la política monetaria sea creíble, las autoridades deben mostrar con sus acciones un firme compromiso con el mandato único de estabilidad de precios. Esto implica que las autoridades deben manejar la política monetaria en la medida requerida para mantener la inflación subyacente anclada en torno al 3%; es decir, recetando una dosis monetaria suficiente. Si dicha inflación no muestra una firme tendencia a la baja, entonces deben aumentar la dosis monetaria o al menos preservar la restricción.