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Revista Digital
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El mundo tiene cerebros y pulmones: chips y centros de datos

Un centro de datos es como una ciudad que nunca duerme. En lugar de calles y coches, tiene pasillos llenos de máquinas. En lugar de gente, tiene millones de transistores que laten a un ritmo constante.
jue 27 noviembre 2025 06:03 AM
Solo 33 países concentran los centros de datos de IA más potentes y crean una nueva desigualdad
Los centros de datos son los pulmones de nuestra era: invisibles, constantes, imprescindibles. Y tal vez el futuro no esté en lo que soñamos construir mañana, sino en seguir haciendo funcionar lo que ya mantiene al mundo latiendo hoy, considera Ana Peña. (metamorworks/Getty Images)

Vivimos hiperconectados. Suena a cliché, pero es real. Te despiertas y revisas el clima en el celular. Scrolleas para ver qué pasó mientras dormías. Abres Uber para pedir un auto en segundos. Pides tu café desde otra app, pagas con tu smartwatch, prendes tu computadora y entras a una videollamada. Mientras tú avanzas en el día, la nube se encarga de que la canción correcta suene en el momento exacto. Y al final del día, Netflix ya eligió la serie perfecta para ti.

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Todo eso —absolutamente todo— sucede gracias a algo que casi nadie ve, pero que está en el centro de la vida moderna: los centros de datos.

El corazón invisible del mundo digital

Más de una vez he imaginado que el internet “vive en el aire”, flotando como una nube mágica. Pero en realidad, tiene una dirección postal… o varias. Son instalaciones —a veces tan grandes como estadios, otras tan discretas como una bodega industrial— repletas de servidores, cables, ventiladores y chips: los pequeños cerebros que procesan y mueven la información del mundo.

Un centro de datos es como una ciudad que nunca duerme. En lugar de calles y coches, tiene pasillos llenos de máquinas. En lugar de gente, tiene millones de transistores que laten a un ritmo constante. Son infraestructuras donde se guarda todo lo que hacemos en línea: fotos, correos, películas, pagos, mapas, documentos, memes, y hasta los modelos de inteligencia artificial que ahora escriben, dibujan y piensan con nosotros.

Pocos los conocen, pero sin ellos, la economía, el entretenimiento y hasta los servicios públicos colapsarían. Si los centros de datos dejaran de funcionar, se apagaría medio planeta. Para que te des una idea: existen alrededor de 11,000 data centers repartidos alrededor del mundo y el número está en constante crecimiento debido a la alta demanda de procesamiento de datos —y ahora más que nunca, gracias a la Inteligencia Artificial (IA)—.

Hoy en México ya contamos con decenas de centros de datos —alrededor de 50 a 60 según los registros públicos—, pero la industria proyecta que podrían llegar a más de 100 o hasta 200 en los próximos años. Por si no te enteraste, Amazon anunció recientemente que invertirá más de 5,000 millones de dólares en centros de datos en México, específicamente en Querétaro, con el objetivo de establecer una región digital y convertirse en un nodo líder para la nube en América Latina.

¿Qué pasa dentro de un centro de datos?

Detrás de cada clic, hay un proceso que se ejecuta en alguna parte del mundo. Cuando mandas un mensaje, no viaja directamente de tu teléfono al del destinatario: hace escala en un servidor, se cifra, se procesa, se almacena y se entrega. Lo mismo cuando haces una videollamada: tu voz y tu imagen se convierten en datos, viajan a través de fibra óptica y se reconstruyen al otro lado. Todo en cuestión de milisegundos.

Imagina eso multiplicado por los miles de millones de usuarios conectados al mismo tiempo. Es una danza coreografiada entre miles de centros de datos interconectados en distintos países, cada uno con la misión de mantener al mundo en marcha.

Y detrás de esa danza hay un protagonista silencioso: el poder de cómputo. Cada interacción requiere que un chip procese instrucciones, cálculos y datos en tiempo real. Sin ese poder, nada funcionaría. Desde la navegación GPS de tu coche, hasta los análisis médicos, las transacciones bancarias y los servicios de IA, todo depende de procesadores que trabajan a una velocidad y una precisión que desafían la imaginación.

Energía, sostenibilidad y el dilema digital

Ya sé qué estás pensando: todo esto suena a que los centros de procesamiento de datos consumen mucha, pero muuucha energía. Y sí. De hecho, anualmente, consumen cerca del 2% de la energía mundial. Sería como mantener encendida toda la Ciudad de México durante más de 10 años sin apagar una sola luz. Y se estima que la demanda de energía para centros de datos crecerá hasta 175% para 2030. Ouch.

Y es que el mundo digital no es etéreo. Es físico. Tiene peso, temperatura, consumo eléctrico y mantenimiento. Un centro de datos típico puede ocupar el equivalente a varios campos de fútbol y albergar miles de servidores funcionando las 24 horas, los 365 días del año.

Por supuesto que mantener esa infraestructura no es tarea sencilla. Aunque hay centros de datos en los que se usa agua de mar para enfriar, y otros que están diseñados para funcionar bajo tierra o incluso bajo el océano, el calor que generan es enorme. Por eso, uno de los grandes desafíos tecnológicos es el enfriamiento. Aquí entra la innovación: desde sistemas de air cooling que aprovechan climas fríos naturales, hasta soluciones de enfriamiento líquido (liquid cooling) –como las desarrolladas por Shell en colaboración con Intel– que validan sistemas de inmersión total certificados para servidores de alto rendimiento. Esta nueva generación de tecnologías permite gestionar cargas intensivas —como IA y cómputo de alto rendimiento— con mayor eficiencia energética y menor impacto ambiental.

Cada vez que usas un servicio en línea, hay energía detrás: electricidad para mantener los servidores, refrigeración para controlar la temperatura, y conectividad para transportar los datos. Es un precio que muchas veces no vemos, pero que existe.

Por razones obvias, la sostenibilidad digital se ha convertido en un tema crítico. Las empresas que construyen y operan centros de datos están apostando por fuentes renovables, arquitectura eficiente y sistemas de gestión que optimicen el consumo energético. El objetivo es claro: alimentar la era digital sin apagar al planeta .

La próxima frontera está en la eficiencia: chips más potentes pero que consuman menos energía; algoritmos que procesen datos de forma más inteligente; centros de datos modulares que se adapten a la demanda; mayor cantidad de datos que se procesen en el edge. Todo suma en la carrera por un mundo conectado, pero responsable.

Los guardianes invisibles de nuestra vida conectada

Si los centros de datos son el corazón del mundo digital, la seguridad es su sistema inmunológico. Ahí se guarda todo: tus fotos, tus correos, los registros médicos, los movimientos financieros, los datos de gobiernos y empresas. Todo está out there. Cuidar esa información es un trabajo monumental.

Por eso, además de la seguridad física (guardias, accesos biométricos, videovigilancia), hay toda una capa de protección digital que funciona las 24 horas. Cifrado de extremo a extremo, detección de anomalías, inteligencia artificial que anticipa ataques cibernéticos… Nada se deja al azar.

En muchos sentidos, los centros de datos son fortalezas modernas. No tienen murallas de piedra ni torres de vigilancia, pero sí firewalls, algoritmos y protocolos que los hacen muy difíciles de penetrar. Pero, ojo aquí, porque, aunque la mayoría de las brechas ocurren fuera de los centros de datos, no existe la seguridad absoluta. Pero ten por seguro que usando una AI PC accedes a mayor ciberseguridad.

La IA acelera, los centros de datos responden

La llegada de la IA lo ha cambiado todo. Entrenar un modelo de IA necesita cantidades inmensas de datos y poder de procesamiento. Cada imagen que una IA analiza, cada texto que genera, cada voz que interpreta, implica millones de operaciones matemáticas por segundo. Eso significa que el papel de los centros de datos ya no es solo almacenar información, sino también procesarla y darle sentido. Son los nuevos laboratorios del conocimiento humano, donde las máquinas aprenden, predicen y ayudan a resolver problemas complejos.

Y detrás de ese poder hay innovación: arquitecturas de cómputo avanzadas, chips diseñados para tareas específicas, y soluciones de refrigeración que permiten mantener esa potencia bajo control. Es el equivalente moderno a construir motores más eficientes para mover un mundo que no deja de acelerarse.

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Avanzar sin derretir el futuro

Aceptémoso: el ritmo de la vida digital no se va a detener. En un mundo tecnológico que exige más velocidad y más datos, el desafío no es seguir construyendo sin mirar atrás, sino hacerlo con inteligencia, eficiencia y responsabilidad. Porque el verdadero progreso no está solo en conectarnos más, sino en hacerlo mejor.

Por eso, los próximos años serán decisivos: ¿cómo seguimos expandiendo el poder del cómputo sin sobrepasar los límites del planeta? ¿Cómo aseguramos que ese corazón invisible —los centros de datos— siga latiendo sin sobrecalentarse?

Si pudiéramos verlos desde el cielo, serían como corazones brillando en la oscuridad, bombeando información en lugar de sangre. De ellos fluye la energía que mueve nuestras rutinas, nuestras conversaciones, nuestras decisiones. Son los motores del siglo XXI, las fábricas invisibles donde late el mundo moderno.

En algún punto del planeta, dentro de un edificio anónimo y secreto lleno de luces parpadeantes, un centro de procesamiento de datos está trabajando ahora mismo para que tú puedas estar leyendo esto. Para que una llamada no se corte, para que una foto no se pierda, para que la IA siga aprendiendo. Los centros de datos son los pulmones de nuestra era: invisibles, constantes, imprescindibles. Y tal vez el futuro no esté en lo que soñamos construir mañana, sino en seguir haciendo funcionar —con inteligencia, energía y propósito— lo que ya mantiene al mundo latiendo hoy.

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Nota del editor: Ana Peña es directora de comunicación para Intel Américas. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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