La semana pasada, un cliente me decía que estaba agotado. Faltando días para su evento y, a pesar de todo el contenido publicado, sentía que no conectaba con las personas adecuadas. “Estoy haciendo de todo pero al final tengo que hablar uno por uno”.
Ante la saturación de contenido en redes... mejor apostarle a las comunidades vibrantes
Lo escuché con atención, su historia me resultaba familiar, similar a la de muchos que me comparten situaciones parecidas Le dije lo que pienso de corazón respecto a solo hacer contenido y esperar que la gente se sienta invitada: El contenido no camina solo. Lo que le habla a todos, no le habla a nadie. La energía que mueve un evento no nace en la imagen que se publica sino que nace en la comunidad que lo sostiene.
Una comunidad vibrante no es un grupo al que se le manda información. Tampoco es la audiencia que solo recibe. Es un grupo que se enciende con una causa compartida. Es ese espacio donde lo que haces no necesita explicarse tanto… porque ya se ha entendido, unido desde la emoción. Por eso, la conversación no busca convencer, sino convocar, unir y mover.He formado comunidades con empresarios, mujeres, especialistas en bienestar espiritual, personas del mundo tech y emprendedoras, aquí en México y en otros países que he vivido., y en todos los casos, la transformación no venía del alcance de las publicaciones o de la difusión de información desde un canal, sino de la frecuencia que se activaba cuando las personas sentían que estaban aportando a algo más grande que ellas.
Ahí ya no hay que empujar porque hay magnetismo. Y no porque hiciste una buena campaña, sino porque el propósito se volvió colectivo.
Hoy quiero compartirte algo con claridad: Cada negocio debería construir una comunidad. Y no como tendencia, ni estrategia de fidelización. Pero sí como parte de su alma y sus intereses compartidos.
Construir comunidad es llevar tu mapa de stakeholders y convertirlo en algo vivo. No es solo saber quién te rodea, sino escucharlo, integrarlo y crecer con él. Porque cuando los escuchas bien, te proponen cosas que tú no habías imaginado.Imagínate cuando los mides con herramientas reales —no solo likes o impresiones, sino percepción de propósito, impacto emocional, sentido de pertenencia— lo que obtienes no son datos: son revelaciones.
Una comunidad vibrante tiene esa fuerza y se puede reconocer. Aquí te dejo cinco señales para saber si la estás creando… o si es momento de comenzar:
1. Hay relaciones vivas. No se trata de contactos, se trata de confianza. Se puede hablar con verdad, sin buscar validación.
2. La narrativa se observa en los hechos. Las personas saben por qué están ahí. Lo explican con sus palabras. Lo defienden con su energía.
3. No hay centro único. El liderazgo circula. Las ideas no vienen siempre del mismo lugar, por eso la comunidad se mantiene viva.
4. La motivación no se apaga. Incluso entre eventos, incluso sin contenido diario. Algo pulsa, se mueve y se siente movimiento emocional y espiritual.
5. Todo es claro, todo es para todos. No es un mensaje de marca, es lo que organiza todo. Desde lo que se celebra hasta lo que se transforma.
Cuando hay comunidad, el negocio se vuelve más que negocio. Se vuelve punto de encuentro y un espacio donde todos ganan, donde todos crecen.Y eso, más allá de la estrategia, es aplicar el ya hablado liderazgo consciente.
Tal vez no estás aquí solo para crear una marca. Tal vez estás aquí para encender un movimiento donde muchas otras personas también puedan florecer.
Y si esa comunidad aún no existe, tal vez estás aquí para convocar. Para que la próxima vez que tengas un evento, una necesidad de hacer marketing distinto o de mover intenciones de compra, sea la comunidad la que impulsa.
_____
Nota del editor: Rocío Díaz (Roru) , especialista en negocios conscientes y fundadora de ABUNDANTE por Planeación Mística. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión