Durante años, las empresas de medio mundo miraron hacia India con una clara certeza: ahí estaba la respuesta. Costos bajos, talento abundante, inglés y una disciplina que convertía cualquier proyecto en una línea de montaje perfecta. Pero esa fórmula, que definió dos décadas de offshoring, empieza a resquebrajarse.
India. La manufactura del mundo se tambalea
En un informe reciente de Deel y Carta lo deja claro: los sueldos en ingeniería y datos han caído un 40 % en 2025, situándose en unos 22,000 dólares al año, más o menos. O lo que es lo mismo, India gana menos que México o Brasil, que registran 48,000 y 67,000 dólares, respectivamente. No es solo un número. Es el síntoma de que el modelo ha tocado fondo.
La industria india se volvió tan eficiente en ejecutar, que olvidó construir. Apostó por servicios replicables, sin invertir lo suficiente en investigación, propiedad intelectual ni desarrollo de producto. Durante un tiempo, eso bastó. Pero el mercado cambió de idioma: ya no se paga por horas, sino por impacto.
Desde Norteamérica, las compañías empiezan a mover el foco. Ya no buscan un ejército remoto que siga instrucciones, sino equipos que entiendan el negocio y piensen como parte del mismo. De ahí el interés creciente en América Latina, donde la cercanía cultural y horaria ha pesado más que la diferencia de costo. México, en particular, se está consolidando como un socio natural: comparte el huso, el idioma técnico y una mentalidad más híbrida entre la ejecución y la estrategia.
Quien ha trabajado con ambos ecosistemas lo nota enseguida. En India, la estructura sigue siendo jerárquica y de procesos; en Latinoamérica, los equipos tienden a ser más flexibles, más propensos a cuestionar. No siempre más rápidos, pero sí más adaptables. Y en tiempos de IA, lo adaptable vale más que lo barato.
Las áreas de tecnología y transformación ya lo están entendiendo. El viejo modelo de “banco de horas” está siendo reemplazado por células multidisciplinares que trabajan por objetivos, no por presencia. En ese esquema, la creatividad, la comunicación y el criterio ganan peso frente al costo de nómina.
Y mientras tanto, las empresas indias intentan retener talento con paquetes basados en acciones. Es un movimiento inteligente, aunque insuficiente si el talento percibe que el trabajo se ha vuelto rutina. Los mejores ingenieros quieren participar en la creación, no solo en la ejecución.
En el fondo, lo que ocurre no es un declive, sino una redistribución del valor global. El talento sigue siendo el petróleo de esta era, solo que las reservas están cambiando de coordenadas. India no deja de ser un actor clave, pero su ventaja estructural se erosiona frente a países donde el talento combina conocimiento técnico con pensamiento propio.
Las empresas que no comprendan esto se van a comer un susto. No se trata de abandonar India, sino de repensar qué se espera de cada región. Si Norteamérica encontró durante años en el offshoring una fórmula para reducir costos, ahora se da cuenta de que la verdadera eficiencia no está en pagar menos, sino en trabajar mejor con quien comparte visión y contexto.
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Nota del editor: Gerardo A. García Cea es arquitecto de contenidos. Escríbele a arquitectodecontenidos@gmx.es Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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