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Fin de año, fin de excusas: modernizar infraestructura es una prioridad, no una tendencia

Aunque los líderes corporativos han incrementado la inversión en transformación digital y tecnologías emergentes, las bases que sostienen esas iniciativas no avanzan al mismo ritmo.
mié 31 diciembre 2025 07:04 AM
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Modernizar infraestructura no implica transformarlo todo de una vez. Implica priorizar lo crítico, fortalecer la resiliencia, adoptar modelos híbridos más flexibles y dejar de extender soluciones que ya no sostienen el crecimiento, apunta Carlos Marcel. (iStock)

El cierre de año es el momento en el que la resiliencia de las empresas mexicanas se pone a prueba con mayor claridad, incluso más que en cualquier auditoría formal. Los picos de demanda, la presión operativa y las altas expectativas de los clientes funcionan como un espejo inevitable: aquello que no está preparado, se resiente. Son estos momentos de estrés los que revelan lo que suele posponerse: gran parte de la infraestructura tecnológica sobre la que operan los negocios en México está envejecida, limitada y lejos de estar preparada para el futuro.

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A diferencia de otros momentos del año, el último trimestre concentra simultáneamente presión comercial, exigencias regulatorias y una mayor dependencia de la continuidad operativa. No hay margen para errores ni tolerancia a interrupciones. Por eso la infraestructura deja de ser un tema técnico para convertirse en una variable estratégica que impacta directamente en ingresos, reputación y confianza del mercado.

Los datos del Readiness Report de Kyndryl son contundentes. Aunque los líderes corporativos han incrementado la inversión en transformación digital y tecnologías emergentes, las bases que sostienen esas iniciativas no avanzan al mismo ritmo. Una proporción significativa de la infraestructura tecnológica crítica —servidores, redes, almacenamiento y sistemas operativos— se encuentra al final de su vida útil, lo que limita la capacidad de crecimiento, la protección de datos y la habilitación de innovación de forma confiable.

En este contexto emerge una brecha relevante entre percepción y preparación. Muchas organizaciones confían en que su infraestructura es suficiente para soportar la operación actual, pero esa confianza se debilita cuando se analizan escenarios de riesgo, continuidad del negocio o adopción tecnológica. Mientras la narrativa interna puede hablar de madurez digital, la infraestructura física revela una realidad distinta: entornos frágiles, dependencias críticas y una capacidad limitada para adaptarse.

Las inversiones en Inteligencia Artificial (IA) han crecido de forma acelerada en el último año. Sin embargo, el reporte advierte que su impacto real depende del estado de la infraestructura base. No importa cuánta innovación se integre si la arquitectura no es moderna, segura y escalable: los beneficios se diluyen, los costos aumentan y el riesgo operativo se incrementa.

En México, esta contradicción se vive con particular intensidad. La economía presiona por resultados inmediatos, mejores experiencias de cliente y mayor eficiencia, mientras muchas organizaciones siguen operando con sistemas legados diseñados para contextos menos dinámicos. Mantener procesos únicamente porque continúan funcionando fue, durante años, una decisión práctica; hoy, en muchos casos, se ha convertido en un freno a la competitividad y a la innovación sostenida.

Por ello, el cierre de año no debería ser un pretexto para postergar inversiones, sino una oportunidad para acelerarlas con mayor claridad. Es el momento en el que las organizaciones pueden identificar, sin simulaciones, dónde están los cuellos de botella, qué procesos se tensan bajo presión y qué dependencias tecnológicas son insostenibles. Esta visibilidad no es un problema: es una ventaja estratégica que permite tomar decisiones mejor informadas.

Modernizar infraestructura no implica transformarlo todo de una vez. Implica priorizar lo crítico, fortalecer la resiliencia, adoptar modelos híbridos más flexibles y dejar de extender soluciones que ya no sostienen el crecimiento. Hoy, la infraestructura dejó de ser un soporte del negocio para convertirse en la condición que permite su continuidad, seguridad y evolución.

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México no puede aspirar a competir globalmente ni a capitalizar la adopción tecnológica si continúa operando con arquitecturas obsoletas. Las decisiones que se tomen —o se posterguen— definirán quién lidera y quién se rezaga en los próximos 12 a 18 meses. La modernización de infraestructura no es una tendencia: es un imperativo estratégico y una base indispensable para la productividad, la resiliencia y la innovación que el país necesita.

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Nota del editor: Carlos Marcel es director general de Kyndryl México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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