Aunque ya son varios años en los que hemos visto una disminución de los apoyos gubernamentales y la filantropía universal para sostener causas como el bienestar de comunidades LGBTQ+ y la salud mental, este 2025 atestiguamos una situación crítica en la que el tercer sector, a pesar de enfrentar contextos en donde el acceso a recursos económicos es cada vez más precarizado, sigue en pie como un elemento fundamental para enfocar acciones en favor de esta población.
Invertir en bienestar LGBTQ+, una decisión estratégica para el futuro del país
Bajo este panorama político y social en el que se ha politizado y puesto a debate los derechos de las comunidades de la diversidad sexual o salud mental, el sector privado debe posicionarse como un actor clave en el impulso al tercer sector, no solamente por altruismo sino a modo de inversión estratégica.
El bienestar emocional de las generaciones de juventudes LGBTQ+ impacta directamente en el surgimiento de talentos futuros, la innovación y la competitividad económica. Menciono a esta población en específico porque durante el último año, en The Trevor Project México, ONG líder en la prevención de suicidios en juventudes LGBTQ+, registró un aumento significativo en la demanda de atención de crisis, en el que incluso hubo meses en los que se triplicaron el número de personas que se acercaron a nuestros servicios, en comparación con los mismos meses del 2024.
Esto pone en evidencia el contexto donde el rechazo, el estigma, el miedo, muchas veces provocados por discursos de odio de grupos extremistas, continúan afectando profundamente la vida de las juventudes LGBTQ+, quizás más que otros años.
En ese sentido y tomando en cuenta que la integración del sector privado con el tercer sector para apoyar acciones enfocadas en el bienestar de estas poblaciones tiene beneficios tangibles como culturas laborales seguras que impulsan mayor productividad y menos rotación, alianzas con proyectos sociales profesionales fortalecen reputación, gobernanza y confianza con inversionistas y el compromiso sostenido a lo largo del año, más allá de fechas mediáticas como lo puede ser las celebraciones del Mes del Orgullo Gay, que construye credibilidad corporativa y actúa como diferenciador competitivo.
Existen otras consideraciones. Apoyar al tercer sector no significa dar lo que sobre, significa invertir en infraestructura social crítica que potencie las estrategias y planes operativos de instituciones expertas en su rubro, que no solo conocen el contexto, sino que cuentan con la voluntad y capacidad de incidir positivamente en las problemáticas a las que se dedican; significa reconocer y sumar activamente a la misión de organizaciones que, además de acompañar a personas, sostienen ecosistemas completos de bienestar, reducen riesgos sociales y construyen condiciones que permiten que diversos grupos sociales y comunidades prosperen.
Hoy más que nunca, apostar por la salud mental de juventudes LGBTQ+ no es un tema de empatía aislada, es una decisión estratégica a favor del país. Una juventud acompañada puede estudiar, trabajar, innovar, emprender y construir redes sólidas. Una sociedad que invierte en su bienestar emocional cosecha estabilidad, crecimiento y cohesión.
Los datos recabados por la Encuesta 2024 sobre la Salud Mental de las Juventudes LGBTQ+ en México muestran un panorama bastante complejo. Por ejemplo, las principales barreras para acceder a servicios de salud mental son falta de recursos económicos y la no autorización de sus tutorxs para acceder a ellxs; más del 70 % señaló no tener un adulto de confianza con quién hablar sobre sus emociones o su identidad, y más del 50% de las juventudes encuestadas consideró seriamente el suicidio.
Estos datos ilustran la urgencia, subrayan la importancia de profesionalizar la ayuda y muestran que la buena voluntad no basta. Lo que genera un cambio social positivo y sostenible, desde el tercer sector, son los equipos capacitados y bien remunerados, el acceso a herramientas tecnológicas adecuadas, recursos económicos suficientes y una operación que garantice calidad, continuidad y estabilidad.
La responsabilidad es compartida, pero la oportunidad para apostar por nuevos modelos de inversión social está del lado de las empresas. Profesionalizar el apoyo, invertir de manera seria y continua, y entender que el tercer sector es un aliado estratégico, no un receptor pasivo de recursos, permite construir un México donde cada joven pueda acceder a un acompañamiento digno y seguro.
Porque cuando se apoya a organizaciones se fortalecen estructuras profesionales que protegen vidas y contribuyen directamente al futuro sostenible de todas las personas.
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Nota del editor: Jorge Rosas es Fundraising Manager de The Trevor Project México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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