Con esa idea fue que desarrolló una empresa de creación de talento de ingeniería especializada, de mano de su esposa Claudia, en la que la idea era impulsar la innovación de Jalisco, impulsar ingenieros locales y contribuir al crecimiento tecnológico de la región, además de la invención y la producción de patentes. A la vuelta de algunos años este semillero, con 33 empleados que además formaban un modelo de sociedad detrás de la unidad de negocio, se convirtió en la primera inversión que Intel hizo en América Latina.
Jalisco era ya en el 2000, el referente de la promesa del Silicon Valley mexicano, e Intel buscaba crecer en la región, lo que creó un cruce de oferta y demanda apto para que Intel adquiriera la startup de Palomino.
“Después de todo lo que hicimos, patentes en circuitos y un par de años fue cuando finalmente Intel se interesó y tuvimos esa aspiración demostrar que éramos buenos ingenieros y que si nos comprometíamos a algo lo cumplíamos. Intel vio un grupo sólido de resultados que les podía ayudar a crecer en la región”, cuenta.
“Intel quería crecer en esos años en telecomunicaciones y le mostramos que nosotros podíamos crecer a 100 o 200 ingenieros”, agregó aunque dijo no poder revelar por cuánto fue aquella forma.
Actualmente el Guadalajara Design Center (GDC) es uno de los centros globales de la marca a nivel global en el que se hace investigación y desarrollo para el corporativo global y en donde se validan muchas tecnologías que tardan después hasta cinco años en salir al mercado. El GDC hoy tiene más de 1,000 empleados, todos mexicanos, han registrado 800 inventos y les han sido entregadas 125 patentes internacionales de 200 solicitudes.