“Hace cuatro meses nuestro tesorero recibió un WhatsApp de un Ricardo Amper falso que argumentaba tener una gran adquisición y necesitaba que hiciera algunas transferencias. El tesorero sospechó y le pidió tener una videollamada, misma que logró tener el Ricardo Amper falso por unos minutos, pero que pidió migrar a una llamada telefónica. Tras 40 minutos de plática el tesorero fingió que seguiría las instrucciones pero prefirió mandar a alguien a buscarme para rectificar la solicitud”, apuntó el ejecutivo.
Gracias a esta acción, no se llevaron a cabo las transferencias y se pudo alertar a la empresa de este nuevo tipo de fraude. Las llamadas deepfakes se han vuelto un problema para las plataformas de redes sociales, pero también para las compañías, quienes empiezan a vivir casos como el que Amper relata.
En enero de 2024, un empleado de finanzas de una multinacional con sede en Hong Kong recibió el correo electrónico del director financiero de la empresa en el Reino Unido. El director financiero hablaba de realizar transacciones confidenciales, lo que parecía extraño, pero una videollamada con él aclararía la situación.
En la llamada participaron varias personas con altos cargos en la organización, así que el trabajador de Hong Kong siguió adelante y realizó 15 pagos, por un total de 200 millones de dólares de Hong Kong (25.6 millones de dólares estadounidenses), a cinco cuentas bancarias locales.
Las cosas se complicaron cuando se comunicaron las transacciones a la oficina central. Resultó que el director financiero nunca había solicitado las transferencias. Los interlocutores ni siquiera eran reales. Todo había sido preparado por un ciberdelincuente.
“Creo que el estafador descargó los vídeos con antelación y luego utilizó la inteligencia artificial para añadir voces falsas y utilizarlas en la videoconferencia”, declaró más tarde el superintendente jefe de la policía, Baron Chan Shun-ching, a la Radio Televisión de Hong Kong.
Aunque este tipo de prácticas son más conocidas en el colectivo, aún faltan protocolos para que las empresas sepan qué hacer en caso de que tengan este tipo de solicitudes. Amper argumenta que lo mejor es verificar con la persona en carne y hueso, aunque eso pueda restar tiempo en ciertas operaciones.