Durante años, el vision board fue visto como un ejercicio donde los recortes, frases inspiradoras y fotografías daban vida a un ideal, pero en entornos corporativos, sin embargo, esa práctica solía descartarse por ingenua o poco accionable. Hoy, la Inteligencia Artificial está cambiando esa percepción porque ordena la visión, reduce la ambigüedad y conecta objetivos con decisiones concretas, por ello te damos unos hacks para usar la IA en este acomodo.
Cómo usar IA para construir un vision board que funcione
Pensar antes de visualizar
Tomemos el caso de una nutricionista que trabaja en una empresa de bienestar corporativo. Su objetivo no es “tener más pacientes” o “crecer profesionalmente”, sino algo más específico, quiere convertirse en referente interno para el diseño de programas de salud preventiva para grandes compañías. Antes de generar una sola imagen, la IA puede ayudarle a delimitar su meta temporal (12 o 18 meses), identificar indicadores reales de avance, como pueden ser su participación en comités, liderar un piloto, hablar en eventos internos, etc y detectar posibles problemas.
Aquí, la IA funciona como consultora estratégica, para definir estos siguientes pasos de su objetivo y la manera en cómo se puede ejecutar el plan.
La IA generativa permite construir estas escenas con precisión, alineadas a su rol real y al entorno corporativo en el que se mueve. Pensemos ahora en un oficinista en una empresa de servicios, con cinco años en el mismo puesto y la sensación difusa de estancamiento. Su “vision board” tradicional podría llenarse de palabras como liderazgo, crecimiento o equilibrio. Con IA, el proceso cambia.
Primero, platica con la IA sobre temas como: se le obliga a precisar: ¿Quiero ascender o cambiar de área? ¿Busco estabilidad o mayor exposición? ¿Qué tareas quiero hacer más… y cuáles menos?, después de esto, en ambos casos se necesita de imágenes que no sean aspiracionales, sino más operativas.
Para este primer paso puedes usar Gemini, ChatGPT o Claude, con quienes puedes dialogar sobre estos planes y definir mejor los tiempos y áreas por trabajar.
De la imagen a la decisión
En esta etapa entran en juego las herramientas de generación de imágenes. Plataformas como Midjourney, DALL·E, Adobe Firefly o Leonardo AI pueden ser aliadas poderosas, siempre que se usen con un criterio claro. El error más común es pedirles “sueños genéricos”, o sea imágenes de éxito abstracto o estilos de vida aspiracionales que podrían pertenecerle a cualquiera.
No se trata de pedir “una mujer exitosa trabajando feliz”, sino de construir una imagen mucho más concreta, por ejemplo una mujer escribiendo una novela sobre cómo pudo conectar con ella misma a través de la amistad de las mujeres de su entorno. La idea es ser lo más descriptivo posible. Cuando la imagen transmite una sensación reconocible, deja de ser aspiracional y se vuelve plausible.
El siguiente paso es la curaduría. Aquí ya no se trata de generar más, sino de elegir mejor. Revisar las imágenes y decidir cuáles realmente representan la visión que se quiere construir, cuáles son solo aspiraciones prestadas y qué historia cuentan en conjunto. Vistas como un todo, las imágenes siempre narran algo, como qué prioridades hay, contradicciones, deseos reales y otros heredados.
En este punto, la IA puede asumir un rol distinto, el de dar una retroalimentación. Se le puede pedir que analice el conjunto y señale qué narrativa profesional y personal emerge, o si existen incoherencias entre lo que se dice querer y lo que se está visualizando.
Después viene el tramo más importante, el puente hacia la acción. Cada imagen debe traducirse en comportamientos concretos, por ejemplo uno o dos hábitos asociados, una decisión incómoda que empuje el cambio y señales tempranas de progreso que permitan saber si se va en la dirección correcta, sin esperar al resultado final.
Pedirle a la IA que convierta ese tablero visual en un plan de acciones trimestrales realistas será de gran ayuda.