Al igual que muchas obras de nuestros días, se proyectaba que el edificio fuera terminado en solo cuatro años, pero los problemas presupuestales, diversos asuntos técnicos, la situación económica del país y el estallido de la Revolución alargaron su completa ejecución hasta 30 años después de haber iniciado.
Adamo Boari también terminó abandonando el proyecto y la culminación estuvo a cargo del queretano Federico Mariscal, quien le dio un estilo Art deco.
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A 85 años de su inauguración, un 29 de septiembre de 1934 y con el nombre de Palacio de Bellas Artes en lugar de Teatro Nacional, este emblemático lugar cuenta con diversos grabados y obras escultóricas que dicen mucho de la historia de México.
Estas son algunas de ellas:
Los pegasos Estas figuras son una parte muy importante de la plaza del Palacio de Bellas Artes y fueron esculpidas por el escultor español Agustín Querol.
El grupo de cuatro pegasos que resguardan la entrada del Palacio de Bellas Artes está conformado por un caballo alado y dos figuras, una masculina, encontrándose sobre el pegaso que se prepara para iniciar el vuelo y simboliza la ascensión de los genios del drama y la lírica hacia el Parnaso, una montaña mitológica consagrada a Apolo.
También se puede apreciar una figura femenina que se encuentra bajo el pegaso por el impulso de éste en su despegue.