La vida de los mariachis en la pandemia
Hace dos años, el mundo entró en una etapa de la que aún no logra salir: la pandemia por COVID-19. Este nuevo escenario vino a cambiar por completo el ritmo de vida, orilló a la población al aislamiento y le arrebató el empleo a miles de personas. Para aquellos cuyo trabajo depende del contacto directo con las personas, el golpe fue inminente, como es el caso del mariachi.
A principios de 2020 la indicación era clara: “quédate en casa”. En ese momento, el mundo para los mariachis se pausó. No había eventos, ni reuniones. Ya no circulaban carros por Garibaldi. La búsqueda por llevar ingresos al hogar los orilló a probar con otras alternativas. Así lo relata Daniel Alberto de Anda, músico, compositor y mariachi.
“Desgraciadamente cuando estábamos en semáforo rojo tuvimos cero compromisos. De hecho yo me vi obligado a trabajar en lugares públicos: restaurantitos, mercados, fondas, cualquier lugar donde hubiera personas; porque como era semáforo rojo, no había ni gente en la calle. Sí la sufrimos mucho, mis compañeros músicos y yo. La situación estaba para llorar. Algunos hasta se metieron a vender de ambulantes. No había nada de gente ni eventos, todo muerto”, relata.
La aparente solución de buscar otros escenarios para compartir su música, no resultó óptima; además de exponerlos a contraer el virus, los dejaba expuestos a la delincuencia o los abusos por parte de otras personas.
“Yo decidí trabajar cerca de casa en estas fondas o lugares con personas, también por seguridad. A algunos compañeros les tocó que iban a lugares lejanos y había gente mala que los agredía”.