OPINIÓN: Trump absuelve a Putin y se da un tiro en el pie
Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de Historia y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton. Escribió el libro The Fierce Urgency of Now: Lyndon Johnson, Congress, and the Battle for the Great Society. También es conductor del podcast Politics & Polls. Síguelo en Twitter en @julianzelizer . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Hasta el sábado 11 de noviembre, Donald Trump, presidente de Estados Unidos, se había ganado algunos halagos por su viaje a Asia. En general, pareció que la gira salió bien de acuerdo con los estándares con los que solemos evaluarlo. Hubo pocos tuits inquietantes en los pasados días, al menos relativos a su rutina normal; en general, se cree que sus reuniones con los líderes clave marcharon bien.
Trump ha cooperado con las celebraciones diplomáticas y aparentemente ha estado de buen humor. Pronunció algunas palabras provocadoras sobre Corea del Norte, pero nada parecido a las palabras incendiarias que usó ante Naciones Unidas en Nueva York.
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Sin embargo, sería un grave error decir que la gira fue un éxito.
El sábado, Trump sorprendió e impactó con su talón de Aquiles en política exterior: Rusia. Desafiante , dijo que le creía a Vladimir Putin, quien afirma que Rusia no intervino en las elecciones de Estados Unidos de 2016 pese a todas las pruebas en contrario, incluso de los servicios de inteligencia estadounidenses. Parece que le preocupa más que Putin se sienta "insultado" por las acusaciones que el impacto de dichas acciones en nuestros procesos democráticos. Los comentarios impactantes sobre Putin seguramente sofocarán cualquier otra cosa que haya pasado hasta ahora.
Esta declaración es impactante. Es parte del acertijo constante que es esta presidencia: cuál es la razón por la cual Trump insiste en asumir una postura relativamente positiva respecto al gobierno ruso pese a la cantidad abrumadora de pruebas de que hay una guerra cibernética en curso en contra de las elecciones democráticas, y de los antecedentes terribles en cuanto a derechos humanos. No era necesario que Trump hiciera esta declaración en este momento y, como la hizo en plena investigación del fiscal especial, Robert Mueller, solamente generará más preguntas respecto a por qué la relación con Putin le parece tan importante.
Aunque Trump se retractó de esta declaración durante su entrevista con los reporteros y dijo que les cree a los servicios de inteligencia, dejó más que suficiente ambigüedad trumpiana para dar la impresión de que no está tomándose esto en serio.
Trump sigue legitimando a un líder que tiene un historial bien documentado de abusos sin que haya una retribución evidente, como la que recibió Richard Nixon con la distensión en la década de 1970, o Ronald Reagan con Mijaíl Gorbachov en 1987. Nixon y Reagan suavizaron su tono respecto a los soviéticos a cambio de tratados importantes sobre control de armas, aunque ninguno ignoró la otra cara del comunismo.
nullCiertamente, ambos tuvieron la cautela de reconocer públicamente las partes inaceptables de la conducta soviética para tener legitimidad ante sus aliados en las negociaciones y para que los soviéticos entendieran que Estados Unidos no cedería simplemente a todas las exigencias. Trump ha socavado sistemáticamente los esfuerzos que los presidentes anteriores y el Congreso actual emprendieron para intensificar la presión sobre Rusia. Con lo que ha hecho en este viaje, se ha vuelto el aliado en jefe de Putin.
La ironía es que su respuesta tardía a los abusos de Putin y a las revelaciones sobre lo que su equipo de campaña y sus funcionarios en la presidencia ocultaron respecto a sus relaciones con Rusia mancha todo esfuerzo por trabajar con Rusia en cuestiones como Siria. Toda negociación se vuelve sospechosa, no por lo que hagan los medios, sino por lo que hacen Trump y su equipo.
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Trump tampoco puede arreglar el desastre que dejó en Estados Unidos. Desde que se fue a Asia, las noticias, tanto para él como para el Partido Republicano, han sido devastadoras. Nos enteramos de que la investigación de Mueller se intensificó con dos denuncias, una declaración de culpabilidad , y con informes recientes sobre los posibles rumbos que la investigación puede tomar respecto al exasesor de seguridad nacional, Michael Flynn.
En una ronda reciente de encuestas se dio a conocer que los índices de aprobación de Trump están en mínimos históricos en este punto de su presidencia. Muchos estadounidenses desconfían del presidente y creen que pudo haber hecho algo mal en sus tratos con Rusia.
Los independientes no están contentos con la presidencia; incluso en los condados que favorecen a Trump , según el Wall Street Journal, muchos sienten que el país está peor desde que asumió la presidencia.
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Las elecciones del martes 7 de noviembre tuvieron repercusiones en el Partido Republicano. Los demócratas tuvieron gran participación y muchos optaron por manifestar su oposición a Trump a través de sus elecciones locales. Surgió la posibilidad de crear una coalición demócrata de electores suburbanos, afroestadounidenses, mujeres, latinos y millennials para contrarrestar la coalición de electores blancos, rurales, sin formación universitaria que apoya a Trump.
Los líderes extranjeros ponen atención a estas cosas. Es probable que, en persona, sean amables con Trump y que eviten los temas incómodos; sin embargo, la situación de Trump en casa es muy importante en términos de poder. Cuando ven las noticias de Estados Unidos, ven a un presidente sumamente debilitado que probablemente no tenga la capacidad para cumplir muchas cosas o para conseguir que su país apoye cualquier iniciativa militar o diplomática. Esto sigue actuando en perjuicio de lo que Trump puede lograr en el extranjero y la situación se deterioró durante este viaje.
Finalmente, está la naturaleza problemática del mensaje en general que Trump ha transmitido: Estados Unidos exige un frente total y unido contra la amenaza de Corea del Norte, pero no participará en los tratados comerciales regionales integrales. Este mensaje, con el que Trump ha sido coherente, es devastador.
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Trump está dando marcha atrás respecto a la estrategia básica de Barack Obama, que había sido incrementar la influencia de Estados Unidos en Asia a través de su participación en tratados comerciales. La idea era que una vez que Estados Unidos tuviera lazos más íntimos con los elementos clave de la región a través del comercio, podríamos mejorar nuestra capacidad para influir en los gobiernos —incluido el de China, que reaccionaría a nuestra presencia económica más fuerte en la región— en cuestiones de seguridad como Corea del Norte.
Trump destruyó esto cuando se salió de la Alianza Transpacífico y luego les dijo a los líderes asiáticos que Estados Unidos no participaría en tratados parecidos.
En la cumbre de líderes de la región del Pacífico, dijo: "siempre voy a poner a Estados Unidos primero". El problema de este enfoque es que deja a Estados Unidos sin influencia importante en la región y no les da a países como China una buena razón para colaborar con Estados Unidos si nuestras exigencias no coinciden con sus intereses. "Que Trump llegue con una agenda en la que 'Estados Unidos es primero ' deja a los líderes asiáticos en una posición complicada", dijo un experto al diario estadounidense The New York Times.
Trump tampoco ha hecho mucho para inspirar confianza en que su estrategia "indopacífica" tiene algo de sustancia. Pasa lo mismo que con el Acuerdo de París para el clima y, posiblemente, con el tratado nuclear con Irán: Trump sigue aislando a Estados Unidos —en vez de a sus adversarios— al sacar a su gobierno de estos tratados internacionales.
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Aquellos que son leales a Trump y que temían que hubieran descafeinado a su héroe, pueden estar tranquilos. Trump desató una violenta tormenta de tuits al decir que Kim Jong Un es "chaparro y gordo" y al mencionar a "la retorcida Hillary". Dijo que los antiguos líderes de los servicios de inteligencia que investigaron la intervención de Rusia son "políticos de pacotilla".
Trump termina su gira como un líder extraordinariamente débil políticamente hablando, que no tiene la fuerza para llevar los debates internos en la dirección que quiere. Aunque la visita haya lucido y sonado mejor de lo que muchos observadores esperaban, al final, no sirvió de gran cosa.
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