Un diamante es un símbolo de amor y compromiso a partida doble. Generalmente empieza como un pacto para comenzar una historia conjunta, pero después, por su alto valor como pieza y material irrepetible, se convierte en un fuerte eslabón de las inversiones familiares.
Sus cualidades estéticas se traducen en un auténtico valor de mercado. Corte, claridad, color y quilataje hacen irresistible al objeto que lo incluye, pero también lo vuelve una apetitosa inversión, pues no solamente conserva su valor a lo largo del tiempo —los diamantes son inversiones de alta durabilidad, especialmente cuando ha sido tratado por una firma reconocida globalmente, como es el caso de Tiffany & Co— sino que muchas veces representa una rentabilidad mayor que algunos fondos de inversión de alto riesgo.