La controversia racial: ¿Un momento decisivo para Trump?
Donald Trump siempre se ha salido con la suya en todo.
El candidato y presidente más heterodoxo de la historia ha exhibido una capacidad casi mística para evadir el precio de los errores que habrían derribado a los políticos convencionales.
Si eso está destinado a cambiar, el momento podría ser ahora.
La ruidosa conferencia de prensa del presidente estadounidense en el vestíbulo de la Trump Tower el martes lo hundió en lo más profundo de una controversia racial creada por él mismo, acercándolo más al radicalismo del nacionalismo blanco de la política estadounidense.
Su insistencia en que hubo “culpa de ambas partes” en la violencia en Charlottesville , Virginia, el pasado fin de semana, expresó una equivalencia entre los neonazis y los manifestantes que condenaban su intolerancia.
Sus comentarios eliminaron completamente el esfuerzo de limpiar el asunto con un discurso preparado en la Casa Blanca el lunes, después de doblegarse ante la presión política extrema que creció durante todo el fin de semana para que reprobara a los grupos de supremacía blanca.
Eclipsaron su insistencia de que había denunciado repetidamente al Ku Klux Klan, a su exlíder David Duke y los neonazis, y parecieron representar una ventana auténtica hacia sus pensamientos y sentimientos más íntimos.
Opinión: ¿Por qué la debilidad de Trump frente al odio?
En Washington, entre los críticos de Trump, los republicanos de la clase dirigente y los líderes de opinión de los medios de comunicación, hubo una reacción estupefacta. Y el debate sobre el contenido de sus comentarios no terminará pronto.
Pero la pregunta más duradera se refiere al daño político ocasionado por los eventos alocados de los últimos días.
Parece cierto que la exhibición de Trump el martes no servirá de mucho para salvar sus índices de aprobación, que ya están alcanzando mínimos récord para cualquier presidente en la etapa equivalente de un gobierno .
Estas son las dudas más inciertas y a la vez más amplias: ¿La ira y la consternación acerca de su comportamiento entre los republicanos del Congreso abrirán brechas entre ellos y su presidente cuando regresen a Washington para trabajar en asuntos clave como la reforma tributaria?
¿La diatriba de Trump y su negativa a admitir cualquier equivocación lo hacen inaceptablemente tóxico para algunos republicanos que no dependen de su base de votantes para mantener sus propios puestos?
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¿Y qué hay de esa base? Los votantes leales de Trump siempre se han mantenido firmes a su lado cuando ha sido criticado por los comentaristas de los medios de comunicación. Ellos lo apoyaron después de que insultó el servicio del senador John McCain en Vietnam y cuando apareció una cinta Access Hollywood de Trump haciendo comentarios obscenos sobre las mujeres. ¿Su impactante exhibición del martes relajó esa lealtad?
¿La defensa de Trump de los grupos de extrema derecha que son considerados una presencia inaceptable en la vida política estadounidense hará que algunos votantes lo reevalúen a pesar de su profundo desdén por la manera en que los medios cubren a su presidente?
¿Y cómo será vista su conducta entre los votantes evangélicos, que son cruciales para la coalición sobre la que Trump cabalgó hasta la Casa Blanca?
Nueva prueba para los republicanos
Un factor que podría limitar el daño a Trump entre sus base de votantes es que muchos de ellos están dispuestos a ver cualquier crítica contra el presidente como el producto de la cobertura de los medios, que consideran sesgada. Aunque la visión de un presidente discutiendo amargamente con los periodistas podría alarmar a muchos estadounidenses, podría ser vista como una insignia de honor por otros y eclipsar la sustancia de sus comentarios.
Un breve estudio de los medios preferidos por los conservadores el miércoles mostró una cobertura limitada de la aparición de Trump. Muchos de esos sitios web, programas de radio y canales de televisión que cubrieron las consecuencias de la rueda de prensa expresaron una defensa hacia el presidente y ataques contra los medios de comunicación.
Muchos informes en medios conservadores también hicieron eco de la advertencia de Trump de que los intentos de los progresistas por derribar estatuas que conmemoraban figuras prominentes de la Guerra Civil podrían extenderse pronto a héroes nacionales como George Washington y Thomas Jefferson, propietarios de esclavos.
La paciencia de los líderes republicanos hacia Trump se ha extendido al límite, pero han tratado de aprender a vivir con un hombre que se abrió paso en el campo presidencial más prometedor y potente del partido en una generación.
Y había indicios de que la ya débil relación entre los líderes del Partido Republicano y Trump —enmarcada en los últimos días por el ataque de Trump al líder de la mayoría del Senado Mitch McConnell— está empeorando rápidamente.
“Creo que su capacidad para gobernar efectivamente está disminuyendo a cada instante”, dijo una fuente del liderazgo del Partido Republicano a Jim Acosta, de CNN.
Si los acontecimientos del martes dificultan aún más a Trump hacer avanzar su agenda, especialmente en el Senado, podría existir un efecto colateral entre su base de votantes, que lo enviaron a Washington para hacer grandes cambios, y aún no han visto un solo dividendo, por lo menos en la forma de una legislación importante.
Algunos de los críticos del presidente en el Partido Republicano, como McCain y el senador de Carolina del Sur, Lindsey Graham, se mostraron informales, y se dirigieron a él directamente por su nombre, tal vez reflejando la preocupación de que la imagen a largo plazo de su partido quede asociada a las opiniones de Trump.
“No hay equivalencia moral entre los racistas y los estadounidenses que se alzan para desafiar el odio y la intolerancia”. El presidente de Estados Unidos debería decirlo”, dijo McCain en un tuit.
Graham dijo en su propia declaración el miércoles: “Señor Presidente, le animo a que trate de unirnos como nación después de este horrible evento en Charlottesville . Sus palabras están dividiendo a los estadounidenses, no sanándolos”.
El senador de Colorado, Cory Gardner, quien como jefe del Comité Senatorial Nacional Republicano tiene la responsabilidad de preservar la mayoría del Partido Republicano, también criticó el martes a Trump por su nombre en un evento del ayuntamiento en Lakewood, Colorado.
“Lo que hizo hoy revierte lo que dijo ayer, y eso es inaceptable, el presidente se equivocó al hacer eso y lo he dicho alto y claro”, dijo Gardner.
Pero en una señal de que no todos los republicanos han hecho el cálculo para separarse de Trump, muchos miembros prominentes del GOP implícitamente atacaron a Trump, pero no por su nombre, y algunos aprovecharon el receso de verano para evitar entrevistas televisivas.
“Debemos ser claros, la supremacía blanca es repulsiva, esta intolerancia es contraria a todo lo que este país representa”, dijo el presidente de la Cámara, Paul Ryan, en un comunicado. “No puede haber ambigüedad moral”.
El miércoles, McConnell emitió una declaración enérgica, que implícitamente criticó a Trump, pero no se dirigió directamente a él.
“No podemos tolerar una ideología de odio racial, no hay buenos neonazis y aquellos que defienden sus opiniones no apoyan los ideales y las libertades estadounidenses”, dijo McConnell.
El líder de la mayoría del Senado está en una posición delicada respecto a Trump, ya que necesita su apoyo para aprobar una medida que elevará el techo de la deuda en septiembre, sin la cual el gobierno de Estados Unidos caerá en incumplimiento de pago. Su esposa, Elaine Chao, mientras tanto, funge como secretaria de transporte.
Trump ha provocado controversia y discordia muchas veces antes, pero los líderes superiores de su partido no se han deslindado de él, con la esperanza de conservar su sueño de un legado conservador para el monopolio del Partido Republicano en el poder.
“Creeré que los líderes republicanos están tomando esto en serio cuando no solo condenen al presidente por su nombre y le digan que está equivocado”, dijo Rick Wilson, consultor republicano y crítico de Trump, quien pidió el retiro de miembros del círculo íntimo del presidente que se cree tienen vínculos con la extrema derecha.
“También voy a creer que se lo toman en serio cuando vayan con el presidente y le digan: 'Somos miembros de una rama de gobierno coigualitaria y a menos —y hasta— que despida a Stephen Bannon, Stephen Miller, Seb Gorka y a este reparto tipo Pepe la rana de simpatizantes de la derecha alternativa dentro del gobierno, vamos a detener las prensas, vamos a detenerlo”, dijo Wilson a Don Lemon de a CNN.
Huida de los CEO
Ya hay signos de que la imagen de Trump se estaba volviendo tóxica fuera de Washington.
Seis ejecutivos abandonaron el Consejo de Manufactura de la Casa Blanca desde el sábado para protestar por su reacción ante la violencia de Charlottesville. Posteriormente, Trump anunció su disolución.
El presidente ejecutivo de Walmart, Doug McMillon, quien está en el consejo de asesoría económica del presidente, emitió un extraordinario reproche a Trump en una nota a sus empleados el lunes, aunque ha dicho que seguirá comprometido con la Casa Blanca.
“Mientras observábamos los eventos y la respuesta del presidente Trump durante el fin de semana, también sentimos como perdió una oportunidad crítica para ayudar a unir a nuestro país al rechazar inequívocamente las acciones espantosas de los supremacistas blancos”, dijo McMillon.
Trump reaccionó furiosamente ante aquellos presidentes generales que saltaron del barco.
“Por cada CEO que abandona el Consejo de Manufactura, tengo muchos para tomar su lugar. ¡Los fanfarrones no debieron haber salido ¡EMPLEOS!, tuiteó temprano el martes, desde su cuenta @realDonaldTrump.
Posteriormente anunció su desintegración con un tuit : “En vez de poner presión sobre la gente de negocios del Consejo de Manufactura y del Foro de Estrategia y Política, voy a cerrar ambos. ¡Gracias a a todos!”.
Las críticas personales de sus colegas titanes empresariales representan un golpe personal para Trump, por parte de un sector del electorado —ricos, jefes corporativos ambiciosos— que es el que más admira.
Después de todo, las salidas implican una cantidad de juicio por parte de los CEO de que el mejor interés de sus marcas no se beneficia de la asociación con el prestigio y poder de la Casa Blanca y el presidente de Estados Unidos.