El Banco Mundial explica esa caída en gran medida por la pérdida de empleos y salarios de los trabajadores migrantes, "que tienden a ser más vulnerables durante una crisis económica en un país de acogida".
El paro económico provocado por el confinamiento, el cierre de negocios no esenciales y otras medidas para combatir el coronavirus ha derivado en una pérdida sin precedentes de empleos en todo el mundo, incluidas las economías desarrolladas y receptoras de migrantes.
En Estados Unidos, por ejemplo, se han destruido 22 millones de empleos en un periodo de apenas cuatro semanas, según datos provisionales del Departamento de Trabajo, una cifra sin igual en las anteriores crisis económicas.
Por zonas geográficas, el Banco Mundial calcula que la caía de los flujos de remesas será especialmente fuerte en Europa y Asia Central (27.5%), seguidas de África Subsahariana (23.1%), Asia del Sur (22.1%), Oriente Medio y África del Norte (19.6%), América Latina y el Caribe (19.3%) y Asia Oriental y el Pacífico (13%).
La fuerte disminución en los flujos de las remesas este año se produce después de que los países de ingresos medios o bajos hayan alcanzado un récord de envío de 554,000 mdd en 2019, con lo que superaron incluso los volúmenes de inversión extranjera directa que recibieron de estas naciones.
El Banco Mundial considera en su informe que incluso con esta disminución, los flujos de remesas de los emigrantes tendrán una mayor importancia como fuente de financiamiento externo para estos países debido a la caída de la inversión extranjera directa que se espera que sufran, calculada en más del 35%.
El Banco Mundial alertó de que la caída de las remesas afectará a la capacidad de las familias para invertir en educación, mejorar la nutrición o para la reducción del trabajo infantil, "ya que una mayor parte de sus finanzas se destinará a resolver la escasez de alimentos y las necesidades inmediatas de medios de vida".