Los datos dan cuenta de dicha preocupación, porque México contaba con un promedio de estrés hídrico de 31.3% de 2010 a 2017, mientras que en 2018 subió a 44.5%, mostrando un "fuerte incremento" en sólo un año.
La calificadora explica que el estrés hídrico se presenta cuando el suministro de agua dulce no es suficiente para satisfacer las necesidades de la población, incluyendo las necesidades agrícolas, industriales y ecológicas.
"Es relevante que tanto el sector público como el privado hagan inversiones para mejorar la eficiencia del agua y así minimizar los riesgos que la falta de dicho recurso vital pueda causar. La falta de agua puede tener impacto en la operación de las empresas y el sector agropecuario", alerta HR Ratings en su reporte.
Lo anterior implica riesgos en la seguridad alimentaria y significa un menor porcentaje de la población con acceso a este recurso.
Añade que la falta de agua puede tener un impacto financiero relevante en las industrias que dependen de este recurso y para los municipios que ya cuentan con escasez y tienen intensidades elevadas de sequía.