El mexicano que lleva a los aficionados al Mundial
Armando Oliver (Tijuana, 1979) y su futura esposa, Anastasiya Belenikina (Kostromá, Rusia, 1986), se conocieron en México. Oliver trabajaba en una empresa de servicios de traducción e interpretación, y Belenikina, para una compañía de viajes que traía turistas rusos a México.
Desde entonces, ambos han tenido una vida vertiginosa: renunciaron a sus puestos de trabajo, se mudaron a Los Ángeles, regresaron a México, viajaron por el mundo, tuvieron dos hijos y se lanzaron a una nueva aventura empresarial. Se trata de una compañía de turismo que crearon en Rusia en noviembre pasado, en vísperas del Mundial de futbol que se celebrará allí este año.
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La idea surgió después de que varios conocidos y amigos de Oliver en Estados Unidos y México le solicitaran, repetidamente, consejos sobre qué visitar, cómo desplazarse y dónde dormir en Rusia, donde vivía con su esposa desde septiembre. “Nos pedían tantos consejos que un día nos dijimos: ‘¿Por qué no convertir esto en un negocio?’”, cuenta Oliver.
Tras sondear el mercado, y con un capital inicial propio de 10,000 dólares, consideraron que su propuesta podía triunfar.
Los comienzos no fueron fáciles. Sólo tenían la idea, algunos contactos y la experiencia de Belenikina, quien también trabajó para la Federación Olímpica rusa. Tras una serie de obstáculos burocráticos, lograron que el Estado ruso diera su visto bueno a la creación de Ruski Tours.
La pareja abrió una oficina en la calle Plekhanova de Moscú, a poca distancia de la famosa plaza Roja, otra, en las cercanías del Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México.
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Su propuesta es adaptar el viaje a Rusia al cliente mexicano, también con ofertas fuera de lo habitual, como visitar una aldea rural, pasear entre tanques de guerra o jugar partidas de paintball. “Comenzamos ofreciendo excursiones a personas de clase media y alta, pero luego hemos ido ampliando la oferta a los grupos, a los que también proponemos la resolución de todos los aspectos ligados con el viaje, entre ellos, los trámites que se deben hacer para estar en el país”, cuenta Belenikina.
Ambos destacan que uno de los principales retos es vencer los prejuicios que hay contra Rusia, un lugar que sólo aparece en los medios occidentales por sus noticias negativas. “Este país no es el destino típico para los mexicanos. Se hace extraño, lejano, pero la Rusia moderna tiene mucho que ofrecer”, añade Oliver.
El Mundial de futbol, que comienza en junio, ahora les da la oportunidad de captar una buena cantidad de clientes. Según la FIFA, México se encuentra en el top ten de nacionalidades por número de boletos vendidos, sólo por detrás de Colombia y Brasil, entre los latinoamericanos.
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“Estamos intentando cautivar el interés de estas personas, pero también de las que todavía no han decidido si ir o no, pues les gustaría, pero el viaje les parece muy difícil”, dice Oliver. “Estudiamos el perfil, también psicológico, de los viajeros. Por ejemplo, si tienen niños, elijo guías con experiencia en atender a menores”, comenta Belenikina.
En los pocos meses que lleva de actividad, Ruski Tours ha conseguido ingresos por 168,000 dólares, destaca Oliver. La aspiración de los empresarios es rozar el millón de dólares al final de este año.
Terminado el Mundial, la pareja ya se ha fijado el próximo paso en su estrategia: “Queremos atraer a los viajeros que se desplazan por motivos de negocios”, dice Oliver.
