Los analistas han dudado sobre la nueva filial de la estatal Pemex. Aseguran que el precio en que se busca vender el combustible no será sostenible en el largo plazo, que crea una competencia desleal hacia el sector privado y que elevará el nivel de deuda de la petrolera, que ya arrastra pasivos de 115,000 millones de dólares.
Las dudas tienen fundamento. Pemex ha mantenido un silencio constante sobre su nuevo negocio y no ha revelado cómo funcionarán sus costos.
Pero más allá de la falta de certezas, sus primeros clientes parecen haberse ido a casa satisfechos: las unidades de Gas Bienestar les han cambiado los cilindros de gas viejos por unos con pintura gris brillante y estampados con el nombre de la estatal Pemex y la leyenda “Por el rescate a la soberanía”. A las otras distribuidoras, cuentan, no les interesa el estado en que sus clientes lleven y obtengan sus tanques. Quienes no cuentan con uno pagan un precio más caro, de 1,995 pesos por un cilindro de 20 kilogramos, con el combustible incluido.
¿Cómo será la distribución de Gas Bienestar?
Los nuevos consumidores de Gas Bienestar también tienen preguntas y estas se tejen alrededor de la regularidad del servicio y los precios que verán en las próximas semanas.
Una serie de empleados de la delegación Iztapalapa que acompañan a los repartidores intentan responder las dudas, aunque no lo logran del todo. Apenas la semana pasada se enteraron que deberían acompañar el nuevo proyecto presidencial.
Los datos de quienes se acercan a realizar la compra son recabados por los empleados de la alcaldía, quienes les prometen avisarles la próxima vez en que la unidad de Gas Bienestar se encuentre por la colonia. La estatal Pemex y el gobierno federal no han hecho público el plan de negocios de la compañía. Entre una hermética comunicación sobre el funcionamiento de la nueva filial, en la que el presidente ha liderado los anuncios, Gas Bienestar ha reclutado desde hace cerca de un mes a repartidores y conductores para distribuir el energético.
Ninguno de los empleados entrevistados durante un recorrido en la alcaldía Iztapalapa se desempeñaban con anterioridad como comisionistas del energético o tenían experiencia previa en la industria. La mayoría encontraron en la nueva filial de la estatal una salida al desempleo.
En las últimas cuatro semanas han tenido que pasar algunos filtros y tomar algunos cursos para capacitarse sobre el manejo de los cilindros, cómo utilizar un extintor, cuidar su propia seguridad y la de sus clientes. Todo en menos de un mes.
El presidente anunció la creación de Gas Bienestar –cuyo nombre sigue la misma lógica que la del resto de los intentos para que el Estado incursione en los sectores en los que hasta ahora solo participaban los privados– el 7 de julio pasado. Poco menos de dos meses después las primeras camionetas han comenzado a surtir a los habitantes de Iztapalapa, como parte de un protocolo de prueba, de acuerdo con las breves comunicaciones que ha emitido la nueva compañía a través de su cuenta de Twitter.
Por ahora, el alcance de Gas Bienestar parece limitado. Los representantes gubernamentales que acompañan las labores de los distribuidores aún no saben cuándo se extenderá la capacidad de operación de la empresa hacia otros puntos de la ciudad. El presidente creó la compañía bajo la premisa de crear competencia. Hasta ahora su administración solo ha reconocido la alta concentración en el mercado como la única razón detrás de los altos precios, sin considerar el contexto internacional.
La compañía ha logrado el primer reto: comenzar operaciones en menos de dos meses. El siguiente será convertirse en un fuerte participante del mercado y que logre modificar el comportamiento de los precios del combustible.