En todos ellos, de acuerdo con sus cálculos, aumenta de manera generalizada –y en algunos casos exponencial– el uso de combustibles fósiles en el país, principalmente del combustóleo, un subproducto de la refinación que produce Pemex y cuyo uso, de acuerdo con declaraciones de funcionarios, se ha priorizado en esta administración para crear una cadena de suministro entre las dos empresas estatales. El gobierno ha dejado de transparentar los datos que permitirían conocer en específico cómo se ha comportado su utilización.
El Laboratorio Nacional de Energías Renovables plantea que el uso de combustóleo podría aumentar en 823% en su panorama más conservador y en hasta 1,109% en un escenario máximo.
En el escenario 2 los investigadores plantean un panorama en el que tanto a las centrales de la CFE, como a los Productores Independientes de Energía, se les garantice un nivel mínimo de producción y la capacidad restante se determine con base a un orden económico, es decir, con una utilización mayor en las centrales con costos más bajos.
El organismo también plantea un aumento importante en la utilización de carbón, de entre 47.2 y 129.6%. La estatal CFE tiene tres plantas carboníferas en el país, cuyo uso se ha reducido en los últimos años, debido a las reglas establecidas por la reforma de 2013 que prioriza el uso de las centrales con los costos variables más bajos –principalmente las eólicas y solares–. El carbón es uno de los combustibles que apoyó a la industrialización de las economías, pero que muchos países con metas ambientales han comenzado a minimizar o prohibir.
Si bien la reforma presidencial no plantea sacar de despacho a las centrales que funcionan a través de energía solar o del viento, deja casi al final de la fila de utilización los activos propiedad de la iniciativa privada, que ha tomado la delantera en la construcción de este tipo de tecnología. La compañía eléctrica nacional se ha quedado detrás en la carrera por producir energía eólica o solar, pues ha basado por años el crecimiento de su parque de generación en el gas natural.
El estudio del organismo estadounidense señala que la reducción en el uso de este tipo de tecnologías sería inevitable. En su escenario máximo –en el que se lleva a las centrales de CFE a su mayor generación–, se dejaría fuera hasta el 90.93% de la capacidad de generación eólica y solar que hay en México.