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CCE: ¿será el organismo clave para detonar el crecimiento del país hacia 2024?

El éxito del organismo va a depender de quien sepa entender y reconciliar los dilemas y las contradicciones de las políticas públicas.
mié 02 marzo 2022 05:00 AM
Carlos Salazar
Carlos Salazar Lomelín asumió la presidencia del CCE en febrero de 2019. Después fue reelegido de manera automática para concluir su liderazgo al frente del consejo hasta este año.

Este 2 de marzo, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) tendrá a un nuevo presidente. El rumbo que tomará el organismo que representa al sector privado del país depende de quién resulte ganador de la contienda, en la que participa el mexiquense Francisco Cervantes y el sinaloense Bosco de la Vega.

Desde su fundación, en 1976, y hasta la fecha, 21 rostros han presidido a este consejo que surgió para regular las acciones de los organismos empresariales en diferentes industrias, a fin de impulsar el crecimiento económico de México y el nivel de competencia de las empresas mexicanas.

El primero de ellos fue Juan Sánchez Navarro, quien solo estuvo en el cargo un año. A partir de 1977, la presidencia del consejo duró, en la mayoría de las gestiones, dos años y solo se repite el nombre de Claudio X González Laporte, que dirigió al CCE de 1985 a 1987 y de 2000 a 2002.

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En la lista de presidentes del organismo, pocos han sido los empresarios que llevaron el timón de barco por tres años: José Luis Barraza, Armando Paredes, Gerardo Gutiérrez Candiani y el actual dirigente Carlos Salazar Lomelín. Solo Juan Pablo Castañón estuvo del 2015 al 2019, por decisión de los agremiados.

El CCE nació como un contrapeso del poder político. En respuesta a la creciente intervención del mandatario Luis Echeverría Álvarez en la economía. Lo que el consejo criticaba era la expansión de empresas estatales dentro de la estructura industrial y que se catalogara a la iniciativa privada como un ente negativo en el desarrollo de la nación.

En este contexto, la iniciativa privada, a través del consejo, empezó a coordinar los intereses de la cúpula empresarial, a fin de que la empresa privada fuera vista y entendida como un motor de la economía nacional, por ello su actuar y opinión no faltó cada que el gobierno modificaba una ley o creaba una política pública o que había sobre la mesa un tratado de comercio internacional. Con los años y el paso de los gobiernos, la iniciativa privada se convirtió en sinónimo de inversión y crecimiento económico.

La evolución del consejo

El CCE surgió gracias a la iniciativa de ‘los 30’, como se conocía a los empresarios que integraban el Consejo de Hombres de Negocios (CHN). Hoy, agrupa a 14 organismos empresariales: AMIS (aseguradoras), ABM (bancos), Concamin, Concanaco, Coparmex, CNA (agroindustria), Consejo Mexicano de Negocios (CMN), Caintra, Canacintra, Antad, Canaco Ciudad de México, Amafore, COMCE y AMIB. Y en conjunto, reúnen a más de 2,000 asociaciones y representan alrededor del 80% del Producto Interno Bruto Nacional.

Por 45 años, el CCE resguardó el imaginario del empresario formal, tan lejano a la imagen del mexicano ‘común’. De acuerdo con Gabriela de la Riva, presidenta de la firma de estudios de mercado De la Riva Group, en el país se asocia a los empresarios con el éxito, la planeación, el negocio, el dinero, los contactos, la solemnidad y el largo plazo. En cambio, al mexicano ‘normal’ se le percibe como impulsivo, sin planeación, con menos disciplina moral, que no ahorra y es cortoplacista. De hecho, “somos el segundo país más indulgente del mundo”, apuntó De la Riva en el foro Visión de Futuro: México 2042, organizado por el CCE.

Francisco Abundis, director de la firma de investigación Parametría, agregó en el mismo evento que, culturalmente hablando, México se considera un país de trabajadores y no de empresarios. Sin embargo, cada vez se va abriendo más el panorama de lo que define a un empresario, pues éste no solo puede ser el negociador de la gran empresa, también lo es el pequeño comerciante, el emprendedor, etc.

“Esta crisis nos obligó a replantearnos los modelos económicos y hasta la manera en cómo interactuamos entre nosotros. El sector debe evolucionar a las cambiantes necesidades y demandas que exige la sociedad. Con esta imagen más fresca y actual queremos que el CCE represente a un empresariado moderno y con dimensión social”, dijo Salazar Lomelín, durante la conferencia de prensa virtual que organizó en marzo del año pasado para mostrar la nueva identidad del organismo.

El CCE quiere reflejar esta visión renovada. Decidió dejar atrás el color verde y la tipografía cuadrada de su logo para pasar a letras curvas en color rojo. También apostó por hacer una reestructura interna y robustecer sus esfuerzos de marketing para empatizar con las nuevas generaciones, abrazar la diversidad e inclusión y apoyar al ecosistema emprendedor, que fue impulsado por la pandemia del Covid-19.

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La función del CCE en los últimos tres años del gobierno actual

Para José Medina Mora, presidente de la Coparmex, que la cúpula empresarial sea un contrapeso es fundamental para garantizar la democracia en el país, la libertad de empresa, la libre competencia y de mercado.

Esto no implica que el organismo funja como un lanzafuegos contra el poder político, pero sí como un órgano de representación que fomente el bien común y que mantenga la unidad de todo el ecosistema empresarial, sin importar si se trata de una micropyme, una pyme o una trasnacional.

No obstante, acorde con una fuente cercana al consejo que pidió el anonimato, presidir el CCE ya no es objeto de deseo ni el instrumento de transformación como lo era hace unos años, debido a que la narrativa presidencial actual no necesariamente está favoreciendo al sector privado.

Salazar, señala la fuente, es un líder conciliador. Pero es difícil mantener el barco cuando tienes vientos encontrados, olas que van y vienen y tu propia tripulación te dice que te vayas para un lado y luego para el otro. “Dirigir al consejo no es la responsabilidad de un solo hombre y eso hace difícil la posibilidad de que el barco se sostenga en una misma dirección”, sentencia.

“Con el grado de cansancio y desesperación, sí hay empresarios que consideran que para lo que resta de este sexenio, por la manera en que este gobierno ve a la empresa, ya no habrá cambios, sino una radicalización. Esto hace que para muchos empresarios los órganos de representación empresarial no tengan sentido y opten por esperar a que haya mejores tiempos para la IP”, explica.

En opinión de Bosco de la Vega, el CCE no debe perder su esencia y razón de ser. En los últimos tres años de la administración gubernamental, ve a un consejo capaz de coordinar a los empresarios para luchar por la libre empresa, economía de mercado y estado de derecho.

“Veo a un consejo que vela por mejorar la seguridad, la inversión nacional y extranjera, la generación de empleos mejor pagados, más reparto de impuestos, crecimiento del consumo interno, de la economía, con una baja en los precios de los insumos, alimentos, bienes y servicios. Un consejo que vea cómo darle la vuelta a este país, sin mirar al pasado, pero buscando un buen futuro”, comentó en entrevista.

Javier Treviño, director general ejecutivo del CCE, advierte que el éxito del consejo va a depender de quien sepa entender y reconciliar los dilemas y las contradicciones de las políticas públicas. De quien logre construir puentes con el gobierno, mantener la interlocución y asegurar un lugar en la mesa de negociación.

“No se trata solo de abrir puertas para las organizaciones empresariales, sino de crear una nueva estrategia corporativa porque el riesgo político es más grande. En este escenario, se requiere anticipar y pensar fuera de la caja, hacer nuevas propuestas para crear valor público y adquirir esa legitimidad que necesitan las empresas”, advirtió en el foro.

A su parecer, es necesario entender lo que está ocurriendo en el congreso y en la sociedad y fortalecer la capacidad analítica y de propuesta de las empresas, ya que eso es fundamental para crear mejores iniciativas de política pública y para poder enfrentar el ‘juicio social hacia las empresas’, a través de nuevas leyes, reglamentos, protestas, huelgas, etc.

En lo que resta de este sexenio, “tenemos que aprender a preguntarnos tres cosas: ¿Cuál es el valor público que debemos crear desde las organizaciones empresariales?, ¿cuáles son las fuentes de legitimidad de apoyo para las organizaciones del sector empresarial?, y, ¿cuál es la capacidad interna con la que contamos desde el CCE?”, concluyó.

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