El órgano de representación más importante de los empresarios es un barco que está perdiendo la brújula y eso lo podría llevar a dos caminos: convertirse en un convidado de piedra frente al acontecer nacional o, algo peor, ser capturado por la llamada cuarta transformación. Sí, la narrativa oficial ha sido una avalancha, pero la diversidad de intereses que dominan entre los propios empresarios también ha contribuido a la descomposición.
Hagamos un viaje por la historia
Los órganos de representación empresarial en México no nacieron ayer. Desde tiempos de José López Portillo, hasta los gobiernos panistas, gozaron de una fluida interlocución e influencia hacia el sector público. Incluso, no había decisión que se tomara en términos económicos y/o de negocios si no se consultaba a los dueños del capital. Aquellos tiempos quedaron atrás.
La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República marcó el principio del fin. Los primeros escarceos ocurrieron cuando Juan Pablo Castañón era el presidente del CCE y, al margen de los tonos narrativos de entonces, la historia da cuenta de la coordinación que hubo entre gobierno y empresarios al calor de la actualización del TLCAN, que dio paso al T-MEC, con el acompañamiento del llamado ‘Cuarto de Junto’.
Los primeros pasos de Carlos Salazar estaban motivados por la unidad en las filas de la IP. Pero, conforme se fue conociendo el calibre de este gobierno, el consenso empezó a romperse. La política fiscal, la ley del etiquetado, el outsourcing, el conflicto por los ductos de gas… la afectación a determinados gremios complicaba los márgenes de acción de Carlos Salazar y de las 18 comisiones de trabajo que tiene el CCE para negociar con AMLO y compañía.
La radicalización del gobierno y los intereses creados al interior del sector privado terminaron con los buenos modos. Testimonios de empresarios de muy alto nivel que contribuyeron a esta historia no guardan las formas y sostienen: la fractura de los empresarios es una realidad.
Públicamente se negará, la diplomacia presumirá que hay unidad, pero son un secreto a voces los amargos momentos por los que atraviesa la representación empresarial. Carlos Salazar ha reconocido su desgaste, al tiempo que se sabe de la molestia que algunos empresarios ya manifiestan hacia su liderazgo e incluso lo responsabilizan de lo que pueda pasar con la reforma eléctrica. “Carlos Salazar no se va, hasta que arregle ese tema”, dice uno de los empresarios consultados.
El Consejo Mexicano de Negocios (CMN), como gremio, ha mantenido el apoyo hacia Carlos Salazar, pero algunos de sus integrantes ya no lo ven como un interlocutor eficaz frente al gobierno. Aquí esta historia tiene su lado B, pues el consenso le reconoce al presidente del CCE su compromiso con la agenda social que los empresarios deben asumir, pero también se reconoce que algunos gremios empresariales no piensan de la misma forma.
La sucesión en el CCE ya está aquí. Después del registro de candidatos, vendrá la pasarela con los 12 organismos que conforman el CCE, aunque solo siete tienen voz y voto. En la primera semana de marzo tendrá lugar la votación y, para la segunda, la Asamblea Extraordinaria que le dará entrada al nuevo presidente.