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El CCE está en riesgo de ser capturado por AMLO

Públicamente se negará, la diplomacia presumirá que hay unidad, pero son un secreto a voces los amargos momentos por los que atraviesa la representación empresarial, apunta Jonathán Torres.
lun 31 enero 2022 11:58 PM
Carlos Salazar Lomelí, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, durante su participación en la conferencia mañanera.
Hoy, lunes 31 de enero, se cierra el plazo para quienes pretendan ocupar el liderazgo que ya quiere dejar Carlos Salazar al frente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

(Expansión) - La confesión, por protocolo, no se reconocerá en voz alta, pero el daño está hecho. La representación empresarial está rota. Hoy, el sector privado pasa por una de sus más profundas crisis y la división responde a varias causas: las diferencias con el actual gobierno, la falta de consenso para definir una estrategia que sirva de contrapeso al poder político y la lucha de egos que gravita en las altas esferas de la comunidad empresarial. La unidad es pura facha.

Hoy, lunes 31 de enero, se cierra el plazo para quienes pretendan ocupar el liderazgo que ya quiere dejar Carlos Salazar al frente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), y algo llama la atención al cierre de redactar esta historia: la ausencia de varios suspirantes al cargo, lo que evidencia el desinterés hacia el proceso sucesorio, pero también el rechazo por obtener lo que, dadas las circunstancias, significaría la rifa del tigre.

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El órgano de representación más importante de los empresarios es un barco que está perdiendo la brújula y eso lo podría llevar a dos caminos: convertirse en un convidado de piedra frente al acontecer nacional o, algo peor, ser capturado por la llamada cuarta transformación. Sí, la narrativa oficial ha sido una avalancha, pero la diversidad de intereses que dominan entre los propios empresarios también ha contribuido a la descomposición.

Hagamos un viaje por la historia

Los órganos de representación empresarial en México no nacieron ayer. Desde tiempos de José López Portillo, hasta los gobiernos panistas, gozaron de una fluida interlocución e influencia hacia el sector público. Incluso, no había decisión que se tomara en términos económicos y/o de negocios si no se consultaba a los dueños del capital. Aquellos tiempos quedaron atrás.

La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República marcó el principio del fin. Los primeros escarceos ocurrieron cuando Juan Pablo Castañón era el presidente del CCE y, al margen de los tonos narrativos de entonces, la historia da cuenta de la coordinación que hubo entre gobierno y empresarios al calor de la actualización del TLCAN, que dio paso al T-MEC, con el acompañamiento del llamado ‘Cuarto de Junto’.

Los primeros pasos de Carlos Salazar estaban motivados por la unidad en las filas de la IP. Pero, conforme se fue conociendo el calibre de este gobierno, el consenso empezó a romperse. La política fiscal, la ley del etiquetado, el outsourcing, el conflicto por los ductos de gas… la afectación a determinados gremios complicaba los márgenes de acción de Carlos Salazar y de las 18 comisiones de trabajo que tiene el CCE para negociar con AMLO y compañía.

La radicalización del gobierno y los intereses creados al interior del sector privado terminaron con los buenos modos. Testimonios de empresarios de muy alto nivel que contribuyeron a esta historia no guardan las formas y sostienen: la fractura de los empresarios es una realidad.

Públicamente se negará, la diplomacia presumirá que hay unidad, pero son un secreto a voces los amargos momentos por los que atraviesa la representación empresarial. Carlos Salazar ha reconocido su desgaste, al tiempo que se sabe de la molestia que algunos empresarios ya manifiestan hacia su liderazgo e incluso lo responsabilizan de lo que pueda pasar con la reforma eléctrica. “Carlos Salazar no se va, hasta que arregle ese tema”, dice uno de los empresarios consultados.

El Consejo Mexicano de Negocios (CMN), como gremio, ha mantenido el apoyo hacia Carlos Salazar, pero algunos de sus integrantes ya no lo ven como un interlocutor eficaz frente al gobierno. Aquí esta historia tiene su lado B, pues el consenso le reconoce al presidente del CCE su compromiso con la agenda social que los empresarios deben asumir, pero también se reconoce que algunos gremios empresariales no piensan de la misma forma.

La sucesión en el CCE ya está aquí. Después del registro de candidatos, vendrá la pasarela con los 12 organismos que conforman el CCE, aunque solo siete tienen voz y voto. En la primera semana de marzo tendrá lugar la votación y, para la segunda, la Asamblea Extraordinaria que le dará entrada al nuevo presidente.

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Ante la crisis de representatividad que enfrentan los empresarios, el riesgo es que ésta se intensifique y eso daría paso a un escenario aún más preocupante: la captura del CCE por parte del gobierno que contribuyó a su fractura. Si aún no queda claro, es posible que el futuro mariscal del CCE sea quien elija el presidente, no quién pueda defender las causas de los empresarios.

“Todo apunta a que algunos gremios, pero sobre todo el CMN, tiraron la toalla y ahora su apuesta es navegar los últimos años del gobierno de AMLO, poner a quien él quiere y lo que necesiten resolverlo lo hagan uno a uno. Lo demás será politiquería. Eso es lo que al presidente le gusta”, asegura un empresario.

La captura es latente, pero el tema está en saber quién representará a buena parte del ecosistema de negocios, ya que los grandes empresarios, si bien no todos tienen derecho de picaporte en Palacio Nacional, sí tienen los canales para negociar por ellos y solo para ellos. La política, en estos momentos, manda.

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El Parlamento Abierto de la reforma eléctrica también ha generado posturas encontradas para definir la estrategia a seguir. Los empresarios mexicanos le pidieron a los ejecutivos de las empresas trasnacionales que se manifestaran públicamente en contra de la iniciativa, pero la respuesta fue contundente: no. Sí están proporcionando información a gremios internacionales que intentan convencer de los riesgos ante la aprobación de la reforma, pero hasta ahí.

Algunos ejecutivos ya tienen contemplada la posibilidad de desmantelar plantas, si el peor escenario se materializa. Sus argumentos son la dificultad que tendrían para cumplir con sus compromisos que tienen en Bolsa en materia de sustentabilidad y cero emisiones para 2030, pero también su negativa a comprar electricidad cara y contaminante. También es cierto: muchas empresas globales no tienen la menor intención de confrontarse y entrar a la arena política porque les ha ido de maravilla y, otras, pueden esperar que soplen mejores vientos en México porque tienen otros mercados para compensar utilidades.

Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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