El cambio fue de tajo. Aunque la nutrióloga le dio la opción de eliminar gradualmente la carne de su dieta, Jetzabel Teyer se negó. Su aversión a la proteína animal surgió al descubrir prácticas dolosas que ocurren en la industria cárnica: espacios sucios y estrechos, jaulas restrictivas, inseminación artificial y métodos de sacrificio que causan sufrimiento extremo. “
A mí sí me gustaba la carne, pero al ver que la forma en que tienen a los animales es muy cruel, estaba segura de que sí podía dejar de comerla al instante y así lo hice. Llevo dos años siendo vegetariana y cuido mucho lo que compro; por ejemplo, que sean productos y empaques sustentables”, cuenta.
La joven, quien es consultora supervisora en sustentabilidad en una agencia de comunicación estratégica, decidió no ser vegana porque, de vez en cuando, consume quesos orgánicos y huevos de libre pastoreo. Sin embargo, en su familia también hay veganos.
Mariana Vega, por otro lado, es carnívora. Pero la correctora de estilo independiente no pierde oportunidad de probar alimentos para veganos o vegetarianos. Su pasillo favorito del supermercado es el de los productos orgánicos, mientras que su hamburguesa predilecta es la de quinoa y verduras que lanzó Carl´s Jr.
“No soy vegetariana ni vegana, aunque a veces consumo ese tipo de alimentos. Los compro porque me gustan y porque considero que incorporar otras opciones sostenibles en mi dieta contribuye a mi bienestar general, sin comprometer mi flexibilidad en la elección de alimentos”, expresa.
Aunque ambas entrevistadas presentan hábitos distintos de consumo, tienen algo en común: la apertura a probar alternativas alimenticias a base de plantas, en un contexto en que las empresas de este sector quieren llegar no sólo a la población vegana y a la vegetariana, sino a los consumidores en general que buscan alimentos saludables, pero con más ética y responsabilidad en las cadenas de suministro.