Hace unos meses, uno de los consejeros de la petrolera, Lorenzo Meyer Falcón, planteó que la deuda de Pemex debería volverse pública, es decir, que fuera absorbida por el gobierno mexicano. La propuesta causó una enorme controversia. Pero hay quienes creen que no se trata de una mala idea.
“Suena muy controversial. Pero creo que vale la pena discutir el hecho de que el gobierno de México absorba parte de la deuda de Petróleos Mexicanos, obviamente, con condiciones. Sé que es controversial en términos políticos, pero quizás el mercado sea algo que le dé la bienvenida”, dice Adrián Duhalt, académico de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
“Pero una vez que llegues a la elección y gane quien gane, y quien acabe siendo secretario de Hacienda le haga las cuentas y se deje de cuentos también, verán que esta situación requiere un cambio y ese es, probablemente, que Pemex deje de malgastar dinero en actividades que no tienen mucho sentido”, dice Medina, de Welligence.
La nueva administración de Pemex también tiene algunos proyectos en puerta que podrían aliviar sus finanzas, pero que representarán un enorme reto. Le espera la producción del campo Zama y del activo de aguas profundas Trión –ambos en conjunto con la iniciativa privada– que deberían llegar en el siguiente sexenio; la puesta en marcha de la refinería Olmeca, en Tabasco, que aún no tiene fecha de inicio de operaciones comerciales y el reto de continuar administrando Deer Park. Este último quizás es el gran salvavidas de las finanzas de la estatal. Produce más ingresos que toda la filial de Pemex Transformación Industrial.
“Sin duda, el mayor reto será encontrar una manera de mejorar el flujo de caja libre de Pemex para que la compañía no sea un lastre para las finanzas gubernamentales. Esto es importante porque el nuevo gobierno tendrá que implementar un ajuste fiscal relativamente considerable (hasta el 3% del PIB), al tiempo que tendrá que comprometer mucho capital para apuntalar a Pemex”, dice Gifford, quien analiza la petrolera desde una perspectiva gubernamental.
¿La ruta verde?
Por donde sea, el Pemex del próximo sexenio no puede ser el mismo que dejará el obradorismo, dicen todos los analistas. En los planes de Xóchitl Gálvez y de Claudia Sheinbaum coincidían puntos como adherir la vertical de hidrógeno, que produzca energía limpia, aumentar la capacidad de cogeneración de las refinerías y que se adentre en el negocio del litio –uno que no ha podido despegar en el sexenio.