Un pequeño robot avanza por el pasillo de una planta de un hotel de la cadena china Atour, en el barrio de Dongzhimen, en la capital del gigante asiático. Al llegar frente a la puerta de la habitación de destino, el timbre suena de forma automática. El huésped abre y recibe la comida que ha solicitado al servicio de habitaciones. A ese lado de la línea ha hablado con Deng Yao, una de las personas que trabajan en recepción.
Yao centra su labor en la atención al cliente, tanto personal como a través de medios de contacto, como el teléfono o el correo electrónico de la empresa. Solo se retira de la recepción cuando llega un paquete al edificio, como un pedido de comida de alguna habitación. Cuando eso sucede, deja su computadora de lado para recibir los alimentos que los repartidores de algunas aplicaciones, como Meituan, llevan a la recepción. Enseguida, coloca la comida en el robot, que mide no más de un metro de altura, y agrega el número de habitación al que este pequeño autómata debe dirigirse.
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En Beijing, al otro lado del mundo, la presencia de los robots en la vida diaria ya es una realidad. La lógica para esta coexistencia es sencilla: hay que dejar trabajar a las máquinas, ellas saben lo que hacen. “Antes de que los robots llegaran, nosotras debíamos hacer el trabajo de subir los pedidos a las habitaciones. Lo que hacemos hoy nos toma una décima parte del tiempo que necesitábamos anteriormente”, explica Deng Yao.
Esta realidad también sorprende a las decenas de extranjeros que caminan entre centros comerciales, como TaiKoo Li, en el barrio de Sanlitun. Las 24 horas del día un pequeño robot policía transita entre los viandantes con normalidad, mientras graba en todo momento y activa el reconocimiento facial, que en China es habitual. Su programación le permite no interferir con el paseo de las personas, tampoco emite sonido y solo se sabe que pertenece a las autoridades por sus colores. Es como si el robot se volviese uno más entre los transeúntes.
Conectados
Los robots dependen de las capacidades del entorno para funcionar. Hugo Valdés, director de Operaciones de Roomie IT Servicios de Robótica, la primera empresa mexicana en realizar el desarrollo de robots en el país, resalta que esto se debe a la economía de la Application Programming Interface (API). Es decir, el uso de interfaces de programación como activos estratégicos que permiten la creación de nuevos servicios y modelos de negocios, que las compañías utilizan para facilitar la integración entre sus sistemas y poner en marcha productos o servicios más ágiles y personalizados.
“Los robots dependen de las capacidades del entorno. Todo debe tener alguna comunicación con algún otro sistema, como por ejemplo, el robot en hotelería necesita tener conexión con el sistema que hace las agendas de las habitaciones, con los propios ascensores para que estos se puedan abrir”, comenta Valdés.
México aún no cuenta con una economía robusta de API que permita la integración de los robots en el día a día, aunque es el que más adelante está en la materia en cuanto a lanzamientos de productos a nivel América Latina para LG, afirma Daniel Aguilar, director de Comunicación de LG Electronics México. “Los siguientes cinco años van a ser cruciales para poder implementarlos en el país, creciendo de la mano del ancho de banda que se tenga, de los accesos a infraestructura, de internet. Creo que [este periodo] es crítico para detonar una industria de servicios”, sostiene.
La inversión en uno de estos robots en México parte del millón de pesos, mientras que en otros países, como China, los precios van a partir del equivalente a 120,000 pesos. Más allá de que estos no se producen a gran escala en el territorio nacional, el costo parte de que es necesario poner en marcha un entorno óptimo de conectividad para su funcionamiento. Hasta el momento, la inversión en México se ha visto detonada por los departamentos de innovación, desarrollo o tecnología de las compañías, mientras que en otros países son las áreas de operatividad y resultados las que se encargan de voltear a ver a los robots como una alternativa encaminada a generar beneficios.
Algunas empresas del gigante asiático que operan en México, como la automotriz BYD, empiezan a tener estas soluciones también en el país, para atender a sus clientes una vez que llegan a las agencias en busca de un auto. Otras compañías, como Google, han implementado robots en sus oficinas en algunas actividades, como las de limpieza. Pero hasta el momento, los robots en el país se han mantenido más como una inversión enfocada en la experiencia del usuario, y no tanto en las mejoras en resultados de las propias compañías, lo que ha hecho que su uso aún no alcance una proliferación considerable.
“La robótica en México todavía no es una robótica masiva. Hay en ciertos hoteles, ciertos servicios, en donde la experiencia del usuario necesita tener algo ¡guau!, como que abras la puerta y que te reciba un robot o como que pidas algo y te lo lleve un robot. Es más marketing de experiencia que un tema de hacerlo masivo, ahí es donde hemos visto que nos han pedido los servicios”, explica Valdés.
Al dejar de lado los robots, algunas empresas pierden también los beneficios que pueden significar en términos de descarbonización, al eficientar procesos, y, sobre todo, de practicidad para la vida de las personas. Porque, si bien se podría pensar que los principales beneficios de la robótica tienen que ver con los procesos industriales, algunas consultoras, como Statista, tienen perspectivas de mayor crecimiento para los robots de servicio antes que para los industriales.
La firma estima que, este año, los ingresos de la robótica de servicio alcanzarán los 33,500 millones de dólares, un incremento del 130% con respecto a 2016, frente a los 9,310 mdd de los robots industriales. Las proyecciones apuntan que, para 2028, los de servicio superarán los 55,000 mdd, frente a los 10,400 mdd de los industriales.
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Robots para solucionar la vida
Deng Yao, quien lleva más de 10 años trabajando como recepcionista en Atour, está convencida de que los robots no han llegado a quitar trabajo; por el contrario, considera que inciden de una manera positiva. “En la madrugada solo estoy detrás del escritorio y puedo estar incluso sin zapatos. Sé que no debo subir a las habitaciones si los huéspedes necesitan algo de la recepción o hacen algún pedido. De eso se encargan los robots”, menciona.
Valdés apunta que a lo largo de la pandemia de covid-19, la empresa recibió numerosas solicitudes de compañías para la adquisición de robots encargados de suplir la interacción personal directa en actividades como la medición de temperatura o para hacer ciertas preguntas a los empleados para conocer si previamente habían tenido contacto con alguien que hubiera dado positivo por coronavirus.
“La premisa era que no se podía tener un contacto directo con las personas, entonces ahí era tener un face to face con una tecnología. Esto se logró con un robot que medía la temperatura, que hacía ciertas preguntas para ver si el empleado estaba en condiciones de trabajar y ahí evitabas tener a una recepcionista exponiéndose a las diferentes personas que estuvieran llegando”, afirma el directivo de Roomie IT.
Sus implementaciones han llegado a facilitar otro tipo de trabajos secuenciales, como supervisar la temperatura de medicamentos e, incluso, hacer labores que parecen riesgosas para el ser humano, como medir la toxicidad de ciertas superficies. El objetivo de su uso es que las personas puedan realizar otros trabajos en los que solo se puede aplicar la inteligencia del ser humano, así como el sentido común inherente a nuestra especie.
“El uso de robots no es un tema que pueda quitar o que vaya a quitar trabajos, sino que, simplemente, da la oportunidad de poder ser más eficiente y que las personas hagan más cosas”, agrega Aguilar, de LG.
Pero más allá de su utilización en las empresas, el uso de robótica parece beneficiar la vida diaria, a través de algo que Valdés llama como una especie de “superpoderes”. Un ejemplo sencillo puede ser una persona de la tercera edad que necesita estar supervisada constantemente y que con un robot puede retomar con normalidad ciertas actividades que, quizá, perdió con el tiempo.
“A las personas mayores vas a cambiarles la vida”, sostiene Valdés. Los robots podrán ayudarles con acciones sencillas, como prender la luz, apagar la televisión, hablarle a algún familiar, checar si la ropa ya está seca o agendar una cita con el doctor. “Vas a poder dar autonomía. Ese es un ejemplo que me gustaría que se pudiera replicar en todos lados. Si a un adulto mayor puedes darle autonomía dándole estos superpoderes, como un robot, entonces con cualquier persona puedes hacerlo… Los robots están pensados para mejorar la calidad del trabajo y la calidad de vida de las personas”.