Así como los sofisticados del sector financiero sacudían la cabeza cuando los usuarios de Reddit se precipitaron a comprar acciones del minorista de videojuegos GameStop —creando una burbuja que ya se está desinflando—, algunos partidarios del bitcoin han criticado a Musk por provocar una apuesta condenada al fracaso, adoptando el tono de sus ancestros “boomers”. “En realidad te has convertido en un destructor de vidas” tuiteó uno. Cameron Winklevoss, uno de los famosos gemelos de Facebook, enfrentó críticas similares cuando dijo que dogecoin era “dinero divertido” para el “dinero divertido” del dólar estadounidense.
Las advertencias tienen algo de razón. La reciente serie de tuits de Musk que han influido en el mercado ha ayudado a generar una exuberancia irracional entre los operadores confinados en busca de ganancias fáciles y validación masiva. Enfrentamientos pasados con la Comisión de Bolsa y Valores muestran que los reguladores tampoco le ven siempre el lado gracioso.
Sin embargo, hay un lado egoísta en la indignación. Parte de esto es darse cuenta de que los elogios anteriores de Musk al bitcoin en las redes sociales probablemente no fueron tan sinceros como algunos pensaron. El mayor temor es que si el dogecoin termina siendo solo otro esquema de manipulación YOLO, acrónimo de “You Only Live Once Once” (solo se vive una vez) en la línea de tiempo de las criptomonedas, se reflejará perjudicialmente en todas las monedas digitales, incluso en el bitcoin, que en el último tiempo ha disfrutado del brillo tras ser ascendido en Wall Street a alternativa al oro.
La capacidad del bitcoin para seguir atrayendo a los inversionistas institucionales depende de su atractivo como refugio seguro digital que afecta a las alternativas analógicas. No importa que el bitcoin funcione ni como una cobertura de mercado fiable en tiempos de pánico ni como una reserva de valor como el oro, como lo han dejado en claro sus fluctuaciones de precio durante la pandemia del COVID-19. Los fondos de cobertura han mordido el anzuelo de un precio en rápido ascenso y de una narrativa macroeconómica de un inminente apocalipsis impulsado por la inflación. Aquí también hay especulación: el impulso de los precios, la promesa de ganancias descomunales y la oferta artificialmente escasa en un mercado impulsado por el estímulo del banco central.