Dicha situación se volvió insostenible y ocasionó la fuga de capitales. Para el 31 de agosto de 1976, Banxico se retiró del mercado de cambios y el peso quedó en flotación, es decir su valor era ahora determinado por la oferta y la demanda. La medida no sólo ocasionó la devaluación del peso, también la contracción de la economía y una mayor inflación.
Ante ese escenario, el gobierno firmó un convenio con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el que se comprometió a limitar el endeudamiento público, reducir el medio circulante, restringir el gasto público, fijar topes a los aumentos de salario, liberalizar el comercio exterior y limitar el crecimiento del sector paraestatal de la economía.
En un año, el gobierno cumplió con lo pactado, los préstamos del FMI se pagaron por adelantado gracias al descubrimiento de nuevos yacimientos petroleros y préstamos del exterior, con lo cual la política económica sufrió considerables modificaciones, ya que el gobierno dejó de tener el compromiso de ajustarse a políticas restrictivas y orientó sus esfuerzos a la construcción de infraestructura petrolera.
Crisis de la deuda de 1982
Tras alcanzar un fuerte crecimiento económico con la exportación de petróleo el gobierno creyó haber encontrado el fin de sus penurias económicas. En unos cuantos años, la economía mexicana se volvió excesivamente dependiente del petróleo, el cual pasó de representar 10% del total de las exportaciones en 1977 a 75% en 1981.