El presidente de China, Xi Jinping, es una incumplida promesa de democracia
Cuando Xi Jinping llegó al poder en China en 2012, algunos creyeron que se iba a producir una liberalización política del régimen, pero esa esperanza se ha evaporado a medida que el presidente consolidó su poder y acentuó el control del Partido Comunista sobre el país.
Con la abolición del límite de dos mandatos presidenciales, votada el domingo por el parlamento chino, Xi, de 64 años, puede permanecer al frente del Estado el tiempo que quiera, y se convierte en el dirigente más poderoso de China desde su fundador Mao Zedong.
Un día después, en una reunión del Ejército de Liberación Popular y la policía armada, pidió a las fuerzas armadas que sean leales a la nueva Constitución reformada, en la que ahora se inscribe su pensamiento político.
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"Todo el ejército debe fortalecer su consciencia constitucional, promover el espíritu constitucional y ser un admirador leal, un seguidor escrupuloso y un acérrimo defensor de la Constitución", dijo.
'Una quimera'
Pocos imaginaban hace cinco años semejante escenario.
"Xi va a ser la punta de lanza de reformas económicas y probablemente de una flexibilización política", auguró en enero de 2013 el periodista Nicholas Kristof en el diario The New York Times. "Bajo su mandato, el cuerpo de Mao será retirado (del mausoleo) de la plaza Tiananmen (en Beijing) y el premio Nobel de la paz Liu Xiaobo será puesto en libertad", predijo.
Pero el cuerpo embalsamado de Mao sigue siendo venerado en Tiananmen, el militante demócrata Liu Xiaobo murió de cáncer en detención y los arrestos de abogados y defensores de derechos humanos se han multiplicado...
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Igual que Kristof, varios observadores atribuían simpatías liberales a Xi Jinping, cuya familia sufrió las purgas maoístas y que envió a su hija estudiar a la universidad estadounidense de Harvard.
"Pero 'Xi el reformista' era una quimera (...) una construcción imaginaria que jamás se concretaría", explica Kerry Brown, sinólogo del King's College de Londres, quien recuerda que una ilusión similar recibió a su predecesor Hu Jintao.
'Autosatisfacción'
En 2012, cuando Xi Jinping se convirtió en secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), el entorno parecía propicio: las redes sociales alentaban el debate público, la economía se abría, los abogados se oponían a los excesos de las autoridades, y se permitió elecciones municipales democráticas en la pequeña localidad de Wukan (sur).
Hoy, las cosas han cambiado radicalmente: internet, las empresas privadas, los intelectuales disidentes y Wukan vuelven a estar sometidos al control autoritario del régimen.
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"Era tomar nuestros sueños por realidad. Hay mucha autosatisfacción en considerar que Occidente era un modelo" económico y político, asegura David Kelly, investigador del gabinete China Policy, basado en Beijing
Fue un error de percepción. Desde el punto de vista de Beijing la crisis financiera mundial (de 2008), China podía vanagloriarse de ser el último" país sólido ante la tormenta "mientras en Occidente se hundían las instituciones".
Entonces, "no se podía imaginar que Xi iba a intentar" ser un futuro elemento clave del poder, indica Daniel Piccuta, diplomático estadounidense que trabajó en Beijing
De hecho, cuando fue nombrado jefe del PCCh en Shanghái en 2007, "era un candidato de compromiso" para las instancias dirigentes del partido, que creían que "no amenazaría sus intereses", según un memorando de la embajada de Estados Unidos de la época, que cita fuentes chinas internas del PCCh.
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"Xi fue elegido porque era percibido como un personaje muy opaco y mediocre, que apostaba por lo colectivo", coincide el analista de Hong Kong Willy Lam.
Todos se equivocaron. Una vez en la cúspide, Xi Jinping lanzó una gran campaña anticorrupción que ya ha sancionado a 1,5 millones de dirigentes y le ha permitido además deshacerse de opositores políticos.
¿Una dinastía Xi?
La supresión del límite de los mandatos "es una especie de golpe de Estado", pero es difícil explicar sus motivaciones, opina David Kelly.
Parlamentarios chinos alegaron que Xi Jinping necesita tiempo para terminar sus reformas y su campaña anticorrupción.
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Por su lado, Nicholas Kristof, del diario The New York Times, se atreve a realizar nuevas predicciones.
"El sistema imperial no funcionó tan bien bajo los Qing", la última dinastía china criticada por su autoritarismo, su mala gestión, y que se derrumbó en 1911, escribe en Twitter. "Presiento que una dinastía Xi cometerá los mismos errores".