OPINIÓN: ¿Por qué el mundo calla mientras Xi Jinping acapara el poder?
Nota del editor: Kerry Brown es profesor de Estudios Chinos en el King's College de Londres y dirige el Instituto Lau para China. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(CNN) — Los líderes de Occidente se han mantenido sospechosamente callados ante los cambios a la Constitución china para eliminar el límite de mandatos presidenciales, lo que permitiría que Xi Jinping presidiera al país sin que nadie lo desafíe durante varias décadas . ¿Por qué callan?
Para empezar, la mayoría de los países que tienen tratos con China seguramente asumieron que Xi había llegado para quedarse. Saben que China es un Estado de un solo partido y que el Partido Comunista tiene influencia en todo. Así que cambiar unilateralmente sus propias reglas no le hace daño a nadie. A la mayoría de los observadores internacionales les habrá desconcertado que existiera esta restricción, en primer lugar.
nullSin embargo, hay una razón más pragmática para callar. Pese a todas las quejas de Occidente respecto a la situación lamentable de los derechos humanos, en el fondo saben que necesitan a un país estable y predecible, aunque sea una autocracia. Una China que contribuya a la incertidumbre en un mundo en el que Donald Trump es presidente de Estados Unidos, en el que Reino Unido trata de salir de la Unión Europea, en el que Medio Oriente parece estar sumido en un conflicto constante y en el que la República Democrática del Congo parece estar sumiéndose más en la guerra civil sería un lugar bastante aterrador. Una quinta parte de la humanidad podría volverse refugiada.
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El suministro mundial clave de tantas mercancías manufacturadas podría perturbarse o suspenderse. Una China incierta haría que las múltiples crisis que el mundo enfrenta hoy parezcan cosa de niños.
Para los líderes occidentales, es un cálculo sencillo. ¿Quién es mejor para lidiar con el problema de una Corea del Norte nuclear y amenazadora: un Xi Jinping lo suficientemente fuerte como para maniobrar en un cambio de dirigencia sin límites de tiempo o una dirigencia débil e incierta, en la que nadie está seguro de quién tiene la última palabra?
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Pese a que a Occidente le inquieta que un Estado de un solo partido tenga tal dominio en este momento, los líderes occidentales cooperan y respaldan el control total del Partido Comunista en China porque da estabilidad a una región crucial.
Dicen una cosa para apaciguar a los electores más importantes en su país. Pero saben que sería una catástrofe que China siguiera el mismo rumbo de Rusia tras el colapso de la Unión Soviética, en la década de 1990. Desestabilizaría a una región de por sí febril por las travesuras de Pyongyang, causaría calamidades económicas y agravaría los males nacionales por el impacto al flujo de capitales y mercancías.
Es probable que dentro de China haya fuentes sorprendentes de oposición a Xi Jinping —grupos de gente dentro y fuera del partido— que ni él ni nosotros conocemos. Pero una cosa es casi segura: los líderes occidentales no serán los que le den razón para temer. Para ellos, el liderazgo firme, estable y predecible en China es clave. Para lograrlo, al menos en lo que a ellos concierne, él puede reescribir las partes de la Constitución que quiera.
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